Al Jardín de las Hespérides hay que ir con sombrero, de ala ancha, de Panamá o como quiera que sea, pero la cabeza bien cubierta y nuestras neuronas a buen recaudo, que bastante ajetreo vamos a tener con tantos personajes de la mitología clásica rondándonos por la cabeza.
Un hermoso jardín de cítricos
No hay apenas árboles, porque así lo decidieron sus creadores. A este jardín no se viene a buscar una buena sombra. Se viene a pasear, a presumir, a caminar por un hermoso jardín de cítricos (orangerie) de esos que resultaban imprescindibles en las casas aristrocráticas de los siglos XVII y XVIII. Aquí uno viene a recogerse serenamente en un hortus conclusus (“huerto cerrado”) que bien podría ser su esencia.
Si te sitúas en el centro y vas girando la mirada, en realidad compruebas que esos tres conceptos se concentran en El Jardín de las Hespérides, en Valencia, convirtiéndolo en un pequeño espacio contemplativo, que sugiere serenidad. La ausencia de grandes árboles aumenta el protagonismo de las inmensas copas que asoman, como telón de fondo, desde el Jardí Botànic, situado en un lateral.
Inspirado en los “lligadors d’horts”
Creado en el año 2000, cuenta con 50 variedades diferentes de cítricos. Se buscó inspiración en los “lligadors d’horts”, los máximos expertos en crear jardines de cítricos en el siglo XV, en un intento de recuperar el jardín de colección de cítricos, que existió en su día en el Jardí Botànic de la Universitat de Valencia.
Las ninfas del atardecer
Alineaciones de naranjos, setos de cipreses rompiendo la monotonía , grandes macetas de barro con cítricos, palmeras, pequeño huerto, y demás elementos del jardín, tenían que tener alguna compañía. Un mito inspirador que envolviera ese espacio. Y qué mejor compañía que la de las ninfas del atardecer, las ninfas del árbol, las Hespérides: Egle, Eritia y Hespertusa (Resplandeciente, Roja y Aretusa de Poniente), nombres que hacen referencia a los matices del cielo cuando el sol va hacia el ocaso.
…Los manzanos fueron plantados de las ramas con fruta que Gea había dado a Hera como regalo de su boda con Zeus. Eran manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad. A las Hespérides se les encomendó la tarea de cuidar de la arboleda, pero, ocasionalmente, recolectaban la fruta para sí mismas. Como no confiaba en ellas, Hera también dejó en el jardín un dragón de cien cabezas llamado Ladón como custodio añadido.
…Hércules tenía encomendada como última misión, robar las manzanas de oro del jardín de las Hespérides. Tras vencer al dragón, que fue transportado al cielo convertido en la constelación de la serpiente, se apoderó de las manzanas de oro.
…Las Hespérides, desesperadas, se transformaron en árboles: olmo, sauce y álamo.
La dos esculturas de bronce en el centro del jardín nos ayudan a representar este relato. La tercera, en el extremo norte, representa a la diosa griega Afrodita, protectora de los huertos y jardines, que preside una alberca, en cuya agua se refleja.
El mito, por supuesto, tiene multitud de versiones, pero todas tienen un denominador común, son leyendas sugerentes y ayudan a hilvanar el diseño de este jardín de manera absolutamente armónica.
Un hortus conclusus, una orangerie o jardín de cítricos y un relato mítico. Todo tiene cabida y hace de este jardín un espacio para soñar.