El Centre del Carme, un antiguo convento junto a la Iglesia del Carmen, en Valencia, es en la actualidad la sede del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana. Constituye un perfecto muestrario de la historia de la arquitectura valenciana. La sala capitular, el claustro gótico y el claustro renacentista constituyen algunos de los sus puntos de referencia arquitectónicos más destacables, junto con su fachada a la calle Museo.
Por si esto no fuera suficiente, su entorno tiene encanto, como todos los alrededores del Barrio del Carmen. Calles estrechas, laberínticas que sólo los grafittis, como punto de referencia, ayudan a recorrer en sentido de ida y vuelta sin llegar a perderse. Terrazas que en verano se llenan de vida, con una deliciosa mezcla de espíritus: bohemio, artesano, movimiento 15M, turistas jóvenes, turistas no tan jóvenes, Erasmus y, como no, las señoras, vecinas del lugar, que de manera discreta retroceden y cierran la cortina del balcón cuando se sienten observadas.
A cinco minutos andando está el Antiguo Cauce del Turia, las Torres de Serrano y…. es que estamos en el centro histórico de Valencia, por lo que, creo que no es necesario que continúe. Hay mucho que ver.
Pero volvemos a nuestro destino inicial, que fue el mío ayer, el Centre del Carme. Allí se celebran, en las cinco salas habilitadas para ello, diferentes exposiciones temporales. Yo visité la muestra de uno de los paisajistas españoles más destacados de la pintura española del siglo XX, el pintor valenciano Francisco Lozano, que ha organizado el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, coincidiendo con el centenario de su nacimiento.
Absolutamente recomendable esta exposición que reúne 60 de sus obras, algunas de ellas expuestas por primera vez, y que provienen de 15 museos e instituciones, entre ellos el IVAM de Valencia y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid.
No se ha podido elegir un entorno más cálido para exponer una obra que nos invita a recorrer los pueblos y paisajes del Mediterráneo. A pasear por los arrozales o las dunas de la playa, las barcas varadas, los pueblos de la costa, desde el Perelló y El Saler en Valencia, hasta Benidorm y Villajoyosa en Alicante. Pero también a las tierras del interior como Bétera (por cuyos campos paseo yo a diario) y Riba-Roja: «que en la tierra reseca y árida junto al Mediterráneo, se esconde el misterio mismo de ser persona» en palabras de Guillermo Gomez-Ferrer, comisario de la muestra y nieto del pintor.
El color gana presencia en sus lienzos influido por los pintores fovistas, que descubre en su viaje a París en 1952. A la fuerza del color le acompaña la luz y su estética austera, donde lo secundario cobra protagonismo. Se percibe en su pintura la luminosidad característica de estas tierras, esa luz que a veces hace imposible fotografiar exteriores, y que los pintores valencianos dominan a la perfección, mostrando la esencia de la belleza y encanto de los diversos paisajes valencianos. En la muestra se incluye un vídeo con imágenes de Francisco Lozano cargando y descargando sus útiles de pintura en su Seat 124 y pintando, con el sol castigador -el que ilumina sus paisajes- como compañero de fatiga.
Si estáis por Valencia, después de la playa, una ducha refrescante que os deje bien guapos, ropa fresca y al Centre del Carme. Si os portáis bien, después de ver la exposición os invito a tomar algo en alguna terracita.