La sequía es como la corrupción, como las guerras, como la injusticia. De tanto aparecer o, mejor dicho, permanecer, acaba siendo parte de nuestras vidas, donde se incorpora con todo descaro, hasta el punto de convertirse en un inquilino más.
A comienzos de primavera os mostraba aquí algunas silvestres que brillaban con luz propia, pero a medida que avanzamos hacia el verano, el color se desvanece. Hay especies que le plantan cara a la sequía, les gusta, medran entre piedras mientras otras, que no la toleran tanto, saben sacar partido de los cultivos próximos y parece que digan: pasaba por aquí y aquí me quedo, que se come muy bien.
Y es que en el campo también funciona eso de “donde comen dos, comen tres”. Quien riega los campos de cebollas o los naranjos, acaba dejando un poquito para la Portulaca oleracea (verdolaga) y quienes regamos plantas ornamentales en maceta, acabamos dando de comer a la esbelta umbelífera Torilis arvensis.
Son brotes verdes en medio de la sequía. Algunos llaman nuestra atención, no solo por su belleza sino porque, en su soledad, destacan con fuerza la aridez que el hombre está creando a su alrededor. Un pino brotando es esperanza, supongo, y todo lo que nos haga mirar al futuro con ilusión tendrá siempre un espacio reservado en este blog. Hoy el paseo lo damos por los jardines de mi barrio.