Interesante encontrarse con balcones en el Barrio del Carmen de Valencia, justo la víspera del día de Reyes.
Ayer, mientras fotografiaba alguno de ellos, pensé, es una lección más que saludable para enseñarnos a apreciar hasta el más mínimo detalle. Para animarnos a continuar aunque no todo salga según lo previsto. A ser capaces de mirar con entusiasmo todo lo que nos rodea y descubrir la belleza que se nos cruza por el camino. Son como pequeños regalos para la vista que, si sabemos mirarlos bien, pueden, incluso, llegarnos al alma.
Me gustan todos los balcones y ventanas floridos (o ajardinados…), ya he dejado buena prueba de ello en este blog, pero me apasiona especialmente ver cómo conviven esos pequeños jardines urbanos entre otros elementos no tan bucólicos (el aire acondicionado ha hecho mucho daño al paisaje urbano, no cabe duda…). Siempre ganan, las plantas siempre acaban atrapando nuestra atención hasta el punto de obviar lo nimio.
Un buen regalo de Reyes, sí señores, los balcones floridos (o ajardinados…) son siempre un regalo para los sentidos.