Los jardineros de la High Line de Nueva York han regresado al parque recientemente para preparar su eventual reapertura. Mientras tanto, el parque continúa cerrado y los jardines albergan plantas que han crecido esta primavera sin ninguna intervención. Sin embargo, Eric Rodríguez, director de horticultura de la High Line, es optimista “Los jardines se ven geniales: han pasado 10 años de arduo trabajo para desarrollar su fuerza y resistencia”.
Hablamos casi a diario de la belleza silvestre de algunos rincones de las ciudades durante el confinamiento. Se han identificado con tiza en la pared o en el suelo algunas plantas espontáneas, para que todo el mundo supiera que no eran malas hierbas y que había que llamarlas por su nombre.
También se ha recordado los beneficios que tienen los jardines y sus plantas para nuestra salud física y mental; lo importante que es tener un brote verde en la ventana o el balcón. Hemos echado de menos esos parques y jardines por los que ya no podíamos pasear. Todo está bien. Pero no hay que olvidarlo. Habrá que cortar o arrancar de raíz algunas de esas hierbas que crecen espontáneas, pero nunca tenemos que dejar de sembrar esperanza.
Hoy he recibido un mensaje que difunden desde la organización de la High Line para ponernos al día de los preparativos de la reapertura del parque. Recuerdan que, desde el 16 de marzo, cuando el equipo de horticultura comenzó a trabajar de forma remota, han fallecido más de 100.000 estadounidenses a causa de la COVID-19, “Un país que ha sido sacudido nuevamente por la violencia racistaque desgarra nuestras creencias fundamentales en equidad y justicia. Un jardín por sí solo no puede arreglar lo que está mal, pero las personas que lo visitan, de cerca y de lejos, tienen el poder de hacer un cambio duradero”.
High Line en el origen
Si hay un jardín que sepa recrear la emoción de la naturaleza en la ciudad seguramente lo encontraremos en este parque.No en vano, su diseño de siembra y plantación está inspirado en el paisaje que creció espontáneo durante unos 25 años entre las vías del tren. Desde el día en que se inauguró la primera sección de la High Line, en junio de 2009, ha sido una de las principales atracciones turísticas de la ciudad de Nueva York. En la actualidad, la antigua línea ferroviaria elevada en el lado oeste de Manhattan atrae a cerca de 5 millones de visitantes al año y se ha convertido en uno de los espacios públicos más innovadores y atractivos de Nueva York, y quizás de todo el país.
Las columnas de acero negro que una vez apoyaron las vías del tren abandonadas ahora sostienen un parque lineal de 2,4 km de largo, construido en un ferrocarril elevado abandonado situado en el barrio de Chelsea, en el lado oeste más bajo de Manhattan. Se extiende desde el distrito de Meatpacking hasta Hudson Rail Yards e incluye espacios soleados, sombreados, húmedos, secos, ventosos y protegidos.
El parque de la High Line es propiedadde la Ciudad de Nueva York y lo mantiene la asociación Friends of the High Line, en colaboración con el Department of Parks and Recreation. Su diseño es un trabajo conjunto entre el arquitecto paisajista James Corner de Field Operations y el estudio de arquitectura de Diller Scofidio + Renfro. El diseño de plantación es obra de Piet Oudolf.
Cómo nace la idea de un parque en la High Line
En los 90, el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, y buena parte de los vecinos del barrio de Chelsea, deseaban que esa “reliquia urbana” que se estaba desmoronando fuera derribada. Hoy en día, sin embargo, la High Line puede considerarse uno de los proyectos de reutilización adaptativa más exitosos de la historia.
Sería justo considerar como verdaderos héroes de la historia a esos dos hombres que se conocieron en 1999 en una reunión comunitaria sobre el futuro de la línea ferroviaria. Por aquel entonces, Joshua David, escritor independiente, tenía 36 años y Robert Hammond, un artista que trabajaba en empresas de creación de nuevas tecnologías para ganarse la vida, 29 años.
Cuando leyeron en un artículo del New York Times que la High Line iba a ser demolida se interesaron por conocer si algún grupo cívico iba a tratar de preservarla. Sin embargo, lo que descubrieron es que en realidad eran las únicas personas de su comunidad interesadas en salvarlo.
David y Hammond pidieron a los funcionarios ferroviarios que los llevaran a ver la High Line. Cuando llegaron allí se encontraron con 2,4 km de flores silvestres creciendo en pleno centro de Manhattan. Era lógico porque, al fin y al cabo, cuando las vías quedaron en desuso en la década de 1980, la tierra se fue depositando en raíles y traviesas, al tiempo que las semillas iban germinando, cubriendo de vegetación ese lugar durante más de dos décadas. La naturaleza se había apoderado de una estructura maciza de acero y hormigón en ruinas y 161 especies vegetales fueron arrastradas por el viento o depositadas por aves, colonizando ese espacio.
Asombrados por la expansión del lugar, David y Hammond tuvieron claro que iban a luchar para evitar que la High Line fuera derribada. En el otoño de 1999 formaron Friends of the High Line. Al principio, sus ambiciones eran modestas y solo pretendían evitar su demolición, pero después se dieron cuenta de que podían crear un nuevo espacio público allí, un nuevo parque a casi ocho metros del suelo.
La primera de las tres secciones de la High Line se abrió en 2009, la última hace cuatro años. Así, finalmente se convirtió en una cubierta verde formada por 13 jardines entrelazados que aprovecha al máximo el agua de lluvia. Un espacio comunitario que recorre unos 2,4 km a través de varios vecindarios.
Recreando la emoción de la naturaleza en la ciudad
En realidad, los jardines de High Line tienen sus precedentes. El Puente de las Flores en Shelburne Falls, Massachusetts, y el Promenade Plantée de París son ejemplos de paisajes ferroviarios abandonados que se convirtieron en jardines. Pero donde no se encuentra coincidencia alguna es en el esquema de plantación.
Como he comentado más arriba, el diseño de plantación de High Line está inspirado en el paisaje que creció espontáneo durante unos 25 años entre las vías del tren, después de que los trenes dejaran de funcionar en la década de los ochenta. Querían un paisaje silvestre y dinámico que resultara interesante en las cuatro estaciones del año, con diferentes flores, colores, texturas y aromas.
El reto era importante, porque se trataba de simular en la medida de lo posible lo que ya existía. Inspirarse en esas flores silvestres y maleza que había sobrevivido al abandono de la High Line. Domesticar ese espacio, sin que se pudiera apreciar la intervención del hombre. La tercera sección es la que representa claramente ese aspecto más salvaje. El resultado final puede calificarse como un éxito de la arquitectura paisajística.
Si es cierto que existen arbustos y tres rodales de árboles destacados a lo largo del recorrido de la High Line, pero la mayoría de la siembra está definida por plantaciones de gramíneas de gran altura, plantas vivaces, bulbos y plantas cobertoras de suelos. Una paleta de siembra que responde al hecho de que la High Line es esencialmente una cubierta ajardinada, donde el suelo se extiende en promedio hasta solo 45 cm. Lógicamente, no es el lugar ideal para que se desarrollen las raíces de los árboles y arbustos.
Belleza silvestre en cada estación
El diseño creado por Piet Oudolfresponde a un patrón que evoca a las comunidades silvestres, incluyendo diversidad de especies y densidad de plantación. Para lograr las cualidades dinámicas por las que es conocido este afamado diseñador de jardines, Oudolf toma especies y cultivares de plantas poco comunes y las agrupa en capas, para permitir mirar a través de ellas, rompiendo el esquema clásico de bordura mixta, donde las plantas altas se sitúan detrás y las más bajas en primer lugar. Esto les otorga textura, volumen, movimiento y una vitalidad que persiste después de que el crecimiento superior se desvanezca en esta época del año.
Piet Oudolf imaginó un jardín para todas las estaciones con plantas vivaces, donde los esqueletos de las plantas tienen una parte tan importante en el paisaje como los brotes nuevos. De este modo, el jardín de invierno es tan poderoso como el de verano, con la textura proporcionada por tallos secos y cabezas de semillas de las plantas altas.
Hoy en día, el parque de la High Line incluye más de 500 especies de plantas herbáceas vivaces, gramíneas, arbustos y árboles, cada una elegida por su resistencia (tienen que crecer en un ambiente hostil), adaptabilidad, diversidad y variación estacional en el color y la textura. Son plantaciones densas en espacios muy estrechos que hacen un tanto difícil el trabajo de mantenimiento de los jardineros, pero que han sabido resolver con el tiempo.
Además, cada otoño se plantan también bulbos de flor entre las especies que permanecen durante el invierno. Para facilitar esa tarea, suelen tener un mapa en el que anotan la situación de cada bulbo en primavera, ya que los jardineros tienen que moverse alrededor y debajo de plantas muy llenas y delicadas para poder enterrarlos en el lugar correcto.
La mayoría de las especies seleccionadas son plantas nativas tolerantes a la sequía, que tienen la capacidad de comportarse con la misma fuerza que lo hicieron sus antecesoras. También existe un número de especies alóctonas, todas ellas cumpliendo las mismas exigencias. En cualquier caso, todas son especies que prosperan en situaciones adversas y, además, se diseminan, con el fin de que conquistar algo más allá del terreno originalmente asignado. Se puede descargar la lista de especies en este enlace.
Para ayudar a las semillas en su conquista, el sistema de pavimentación se realizó con tablones individuales prefabricados a base de concreto, con juntas abiertas para alentar el crecimiento emergente de flora silvestre a través de grietas en la acera. Las zonas de pavimentación largas tienen extremos cónicos con camas de siembra que dibujan un paisaje donde el público puede serpentear como si no existiera un camino marcado.
A mediados de marzo, coincidiendo con el despertar de las flores de bulbo, todo el conjunto de unas 100.000 plantas herbáceas se corta a ras de suelo por un ejército de voluntarios y personal fijo. Es el llamado Spring Cutback que precede a la preparación de las camas para la siembra.
En la actualidad, puesto que los árboles han crecido (y algunos edificios próximos también…) existen ciertas zonas de los jardines que están perdiendo luz. Esto, lógicamente, hace necesario vigilar con atención las plantaciones para comprobar si es necesario realizar alguna corrección o cambio. No obstante, Piet Oudolf suele reunirse cada año con los responsables de la organización Friends of the High Line en el parque, donde revisan el estado de las plantas. Es un “servicio post venta” en el que resulta imprescindible que las personas que atienden el jardín estén cualificadas y, de este modo, sepan interpretar correctamente las “instrucciones” en todo lo que se refiere a la siembra, el comportamiento de las plantas y la forma de actuar con ellas.
Es posible que no todo el mundo aprecie la sofisticación de los diseños de las plantas, que parecen quedar eclipsados por el diseño arquitectónico del parque, pero sí se puede experimentar la sensación de pasear o sentarte a leer un libro sin sentir la necesidad de escapar de la ciudad, y todo ello gracias a una plantación en la que es ya difícil averiguar qué especies han surgido de forma natural en pleno centro de Manhattan y cuáles son las que ha situado, sin apenas hacer ruido, la mano del hombre.
High Line mirando al futuro: Una pequeña semilla de esperanza
El mensaje enviado por la High Line, titulado “Una pequeña semilla de esperanza”, Eric Rodríguez, Director de Horticultura de la High Line, es optimista con el presente, porque, a pesar de que todo se ha escapado de sus manos, ha visto que los 10 años de arduo trabajo han dado como resultado la fuerza y resistencia del parque.
En el paso elevado, las plantas crecen a través de la reja de la pasarela y se estiran para obtener un poco de luz extra. Las magnolias florecen, como suelen hacerlo en el mes de junio en ese parque. El corte (Spring Cutback) de las praderas silvestres (Chelsea Grasslands) que precede a la preparación de las camas para la siembra no ha podido completarse antes de cerrar el parque en marzo, pero parece que están dispuesto a mantener ese aspecto que se asemeja más al de la High Line original.
En el bosque de Gansevoort, muchos de los árboles ofrecen a las aves, especialmente a las palomas, los frutos que están madurando, lo que les hace pensar que han creado un lugar único para ellas.
El Chelsea Thicket, un bosque en el que la poda siempre se hace estratégicamente para evitar que se convierta únicamente en una masa verde, ahora, tras las abundantes lluvias de esta primavera, se ve más exuberante. También colonizan con fuerza las plantas que crecen en el Northern Spur Preserve, uno de los jardines con aspecto más silvestre, y que ahora se percibe como la High Line original.
Pero también es consciente de que se han perdido cosas en el camino y probablemente ha llegado la hora de realizar algunos cambios en el diseño de plantación original. “Los amigos (High Line) me han estado hablando sobre la pérdida de lo que teníamos antes. Les digo que, si no os gusta el cambio, realmente no os va a gustar la obsolescencia. Es fácil regresar, pero esa no es nuestra visión colectiva”. Desde su punto de vista, hablar únicamente de mantener el diseño de plantación original de Piet Oudolf y del modo de preservarlo forma parte del pasado. Incluso antes de la pandemia, ya miraban hacia el futuro estratégicamente, buscando cómo evolucionar y adaptarse en el plazo de 3 a 5 años. “Los jardines necesitan tener una intersección humana, una intersección social. La horticultura es una forma de entender lo que pretendemos cuando creamos espacio público”. Habla de conocer quiénes son las personas que interactúan con ese parque y qué es lo que les importa. De la necesidad de ser progresistas, ahora más que nunca. El parque continúa cerrado, pero han sembrado una pequeña semilla de esperanza.
Fotos: the high line, Timothy Schenck | Liz Ligon | Rowa Lee Y flickr
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