Cuando vamos de viaje, a nuestro regreso solemos traer algún recuerdo, y no me refiero solo artesanía o cualquier otro objeto que metemos con cuidado en la maleta. También cuentan los recuerdos que llevamos en la memoria, a veces en el corazón, y muchas veces en la cámara del móvil, donde caben hasta algún que otro balcón bien florido y calles cargadas de historia, como la Rúa do Vilar en Santiago de Compostela.
La Rúa do Vilar es una calle con fachadas de piedra y protegida por soportales que alojan instituciones, galerías de arte, librerías y antiguos comercios tradicionales llenos de encanto. Una emblemática vía que es símbolo de una ciudad, Santiago de Compostela, que en el siglo XIX se vistió con sus mejores galas para convertirse en capital de Galicia.
La Rúa do Vilar se sitúa entre la rúa do Franco y la Rúa Nova. Son calles imperdibles cuando se visita Santiago de Compostela y su Catedral, y fueron calles muy transitadas y disfrutadas durante gran parte del siglo XX por los estudiantes que cursaban estudios en la Universidad de Santiago, una universidad que se quedaba “triste y sola” (y sin la tuna) todos los veranos.
Y precisamente este verano volví a Santiago. Un día de visita para disfrutar y recordar viejos tiempos. De ese día traje nuevos recuerdos y un balcón florido que vi en la Rúa do Vilar. Era tan bonito que pensé, este balcón lo tengo que colgar como sea en el blog. Y aquí estoy, montando la calle, colocando las flores, balaustradas y piedras frescas que encontré un día de junio, mientras paseaba por una vía compostelana considerada como un símbolo de la virtud civil y del crecimiento de Santiago como lugar en el que vivir, aunque no fueras una persona religiosa.
El balcón estaba repleto de plantas cuyas flores veraneras se veía desde lejos. El mayor encanto, a mi juicio, lo ofrecían las flores de capuchinas (Tropaeolum) colgando como si quisieran alcanzar el suelo y donde predominaba el color naranja. Ya mostré ese efecto maravilloso que ofrecen estas flores, cuando habla de el patio interior del Isabella Stewart Gardner Museum en Boston (ver aquí).
Compitiendo con ellas, también se veían florecillas de erigeron (Erigeron Karvinskianus), que abundan en Galicia y asoman entre las piedras.
Pero tampoco hay que olvidar que en Galicia las hortensias (Hydrangea) están por todos los rincones, y quien dice rincones, dice balcones. En este caso, flores de hydrangea macrophylla que también buscaban el suelo y que en aquella época estaban en su primera fase de floración. Tampoco faltaban las flores rojas de gitanilla (Pelargonium peltatum) y algunas ramas de helecho.
Dicen que a principios de siglo XX, la rúa do Vilar, en pleno proceso de modernización, se llegó a convertir en un lugar donde la élite burguesa e intelectual encontraba antigüedades, sombrererías y librerías. Objetos exquisitos o raros que no se encontraban en otros lugares de Galicia. Yo, a principios del XXI, entre otras cosas, encontré este balcón florido, lo que no deja de ser una especie de capricho, aunque podamos encontrarlo en otras calles de esa ciudad.
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