Las flores verdes del eléboro de Córcega son una muestra de que existen plantas que decididamente no quieren pasar desapercibidas. En realidad, no es solo el color verde de sus flores, sino también su hábito de crecimiento, principalmente de forma horizontal, pero que llega a alcanzar 60-90 cm de altura y diámetro (incluso más de un metro de diámetro cuando la planta es ya madura), lo que convierte a esta especie en una de las más grandes de su género.
Flores verdes del eléboro de Córcega en invierno
Hace unos días hablé de los eléboros (Helleborus), ese popular género de plantas cuyas flores surgen a mediados o finales de invierno. Hoy muestro un eléboro alto y robusto, conocido comúnmente como Eléboro de Córcega. Su nombre científico es Helleborus lividus subsp. corsicus, aunque en realidad se trata de un sinónimo de Helleborus argutifolius. El género contiene 15 especies aceptadas de la familia Ranunculaceae.
En la naturaleza
En la naturaleza, el eléboro de Córcega se limita a dos islas mediterráneas: Córcega y Cerdeña. La especie está muy extendida en ambas, pero muy especialmente en Córcega, donde se puede encontrar en toda la isla. Allí crece junto a otras especies mediterráneas como Anemona hortensis y Anemona apennina, Crocus corsicus, Cyclamen repandum, Euphorbia characias subsp. Wulfenii y Lanvandula stoechas, entre otras.
Es una herbácea perenne, con aspecto de sub-arbusto, que florece desde finales del invierno hasta la primavera. Las flores verdes del eléboro de Córcega atraen a las abejas e iluminan el jardín hasta en los días más lluviosos del invierno y la primavera.
De sus robustos tallos ramificados surgen grandes racimos de 20-30 flores simples (2,5-5 cm), en forma de cuenco y color verde pálido, que contrastan con el follaje, formado por hojas espinadas de color gris verdoso.
Eléboro de Córcega en el jardín
No es una planta exigente en absoluto. Tolera el sol mucho mejor que otras especies de eléboro. De hecho, se desarrolla mejor a pleno sol o media sombra, dependiendo de la zona climática, lo que ayuda a que no crezca demasiado alto y previene el desarrollo de tallos débiles y largos.
Su rusticidad hace que tolere la mayoría de suelos, además, es resistente a la sequía, aunque no conviene llevar la planta a los extremos, es decir, ni suelos resecos, ni suelos inundados. Se puede ver crecer este eléboro incluso en grietas de paredes secas o entre adoquines.
Se reproduce por semilla. Si tomamos las semillas frescas, se siembran en verano, tan pronto como maduren. Las semillas más viejas se siembran al final del otoño o en invierno, para que germinen en la segunda primavera. Si no se tiene previsto utilizar sus semillas, es mejor cortar los tallos florales a ras de suelo tan pronto como se marchiten, para evitar la temida mancha negra.
No es una planta de vida larga, suele vivir cinco o seis años, en ocasiones hasta ocho o nueve años. No obstante, si las condiciones de cultivo son buenas, se autosiembra. A partir del cuarto año, las plántulas hacen acto de presencia en gran cantidad. Como germinan con facilidad y tienen un desarrollo bastante rápido, el relevo es casi inmediato.
En el jardín funciona bien en compañia de especies mediterráneas como la Euphorbia characias, en cualquiera de sus formas. Se suele utilizar en camas y borduras semi-sombreadas por árboles o arbustos grandes; luce bien en contenedores y en patio; y armoniza con estilos de jardín informal, cottage y de pradera.
Los híbridos
Al Helleborus lividus subsp. corsicuss se han unido algunos cultivares, como ‘Little Erbert’; ‘Janet Starnes’; ‘Pacific Frost’ y ‘Silver Lace’. En cultivo, esta especie toma formas diversas, aunque siempre es inconfundible. Hibrida bien con su especie más cercana, Helleborus lividus, igualmente nominada por el botánico Aiton y que se desarrolla en las islas de Mallorca y Cabrera (Islas Baleares).
Las fotos, hechas ayer, lo dicen todo. La primavera se acerca y las flores verdes del eléboro de Córcega ya lo anuncian.
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