Originarias del Mediterráneo y felices en suelos secos y pedregosos. Con hermosas flores en primavera, a menudo con follaje aromático, y hábitos variables para adaptarse a jardines de diferentes tamaños. Sin duda, las jaras (cistus) se merecen un buen homenaje y un lugar en los jardines mediterráneos.
El género Cistus, al que pertenecen las jaras, abarca 36 especies aceptadas que se distribuyen por la cuenca del Mediterráneo occidental. A esas especies, tenemos que añadir numerosos híbridos y variedades. En la Península Ibérica y Baleares están presentes numerosas especies e híbridos naturales de Cistus, que se distribuyen por las comunidades vegetales de los bosques mediterráneos, principalmente en las garrigas.
Las jaras son arbustos o arbustillos de hoja perenne o semi-perenne, olorosos, con hojas opuestas y flores solitarias que presentan pétalos arrugados en el capullo, blancos, rosados o purpúreos, algunas con una mancha amarilla o purpúrea hacia la base. En primavera, las delicadas flores se abren por la mañana con los primeros rayos de sol y van cayendo al atardecer, hasta dejar una sugerente alfombra de pétalos en el suelo.
Una planta pionera
No hay que dejar pasar por alto que el género Cistus lo integran especies pioneras. Esto quiere decir que se trata de plantas asociadas a la ecología de los incendios forestales, que en su hábitat natural germinan como resultado del breve e intenso calor de un fuego, colonizando rápidamente todo el espacio quemado. Al fin y al cabo, el nombre del género proviene del griego kistos (cesta), en referencia a la forma de los frutos que se abren al cielo como pequeñas cestas llenas de semillas.
Cuando las condiciones son adecuadas, estas semillas germinan por miles, a veces creando un verdadero «césped» de plántulas que brotan juntas. De hecho, llegan a cubrir de flores laderas enteras de garriga recientemente quemada, pero, a medida que el terreno se recupera y los arbustos más altos salen a la luz, las jaras dan paso a otras plantas.
Como todas las plantas pioneras, las jaras tiene una gran adaptabilidad, una de sus grandes virtudes, por cierto. Su vida útil es relativamente corta, de diez a quince años, aunque en casos excepcionales las jaras pueden vivir más tiempo, especialmente en climas no mediterráneos.
Quizás sean las plantas que mejor expresan el espíritu de la garriga: sus flores pueden parecer frágiles, pero son plantas notablemente robustas. Crecen en suelos pedregosos, pobres y degradados, donde siglos de erosión provocada por los incendios y el pastoreo han dejado la roca desnuda.
Cultivar replicando las condiciones naturales: suelo pobre y con buen drenaje
Esto nos da la pista para cultivar cualquier especie o variedad de Cistus con éxito en el jardín: necesitamos replicar sus condiciones naturales lo más fielmente posible, o, lo que es lo mismo, cuanto más pobre y mejor drenado sea el suelo, más felices serán las jaras. La materia orgánica y los fertilizantes, por lo tanto, no deben aplicarse cuando cultivamos las jaras, y mucho menos cuando el suelo donde vayamos a plantarlas sea demasiado rico. En zonas donde el suelo se encharca en invierno, lo que hay que hacer es añadir una generosa cantidad de guijarros o arena, donde crecerán felices.
Olivier Filippi, en su libro El jardín sin riego, nos advierte de que es importante tener en cuenta que las diferentes especies y cultivares de jaras tienen una tolerancia a la alcalinidad muy diferente, incluso hay especies, como Cistus ladanifer, que solo crecen en suelos ácidos. Por ello, conviene asegurarse antes de hacer nuestra elección. Si no sabemos qué tipo de suelo tiene nuestro jardín, siempre podemos probar dos o tres especies diferentes y evaluar el comportamiento de estas plantas un año después.
Aunque todas las jaras crecen a pleno sol, pueden resistir bien con poca luz, pero, en ese caso, harán menos flores y crecerán más lentamente.
El rango de tolerancia a la sequía varía entre las diferentes especies. En líneas generales, casi todas se sitúan entre el código 4 (Plantas que pueden soportar periodos de sequía estival de cuatro a cinco meses) y 5 (Plantas que prosperan en regiones donde la sequía estival dura de cinco a seis meses).
En cuanto a la rusticidad, es bueno saber que hay especies de Cistus que son completamente resistentes –hasta los -12 grados C– si se plantan en posiciones protegidas con buen drenaje. Estas incluyen Cistus laurifolius y C. salviifolius e híbridos.
Una ligera poda anual de las puntas de los tallos a principios de otoño ayuda a mantener una forma compacta y ramificada y puede aumentar la longevidad de las jaras. Las jaras se pueden propagar por esquejes semimaduros en otoño.
Las jaras pueden utilizarse para crear setos mixtos. Cuando es así, es mejor situarlas delante, al pie de arbustos más grandes. Pero si hay algo que pueden aportar las jaras es estructura dentro de matorrales mediterráneos, si la podamos dándole formas esféricas que aportan interés todo el año, creando un impacto impresionante cuando se llenan de flores en primavera.
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