Cuando vas descubriendo cosas, como que las rosas no tienen espinas, apenas huelen y solo tienen 5 pétalos -y ni sueñes con que sean rojos-, dices ¡a dónde vamos a ir a parar! Y después te preguntas ¿entonces?… pues eso.
Hoy volvemos a estar en compañía de arbustos espinosos cuyas espinas ganchudas, denominadas aguijones, son protuberancias epidérmicas del tallo. Las flores de los rosales silvestres (tal y como comenté en la entrada sobre la colección de rosales silvestres españoles en el Real Jardín Botánico de Madrid) siempre tienen 5 pétalos de color blanco, amarillo, rosado o púrpura, con numerosos estambres y un olor casi imperceptible.
Una de las rosas más comunes en el sur de Europa es el rosal silvestre o escaramujo (Rosa canina), utilizada como astringente y antiescorbútico, por el alto contenido en vitaminas (Pro-A, C y P) que posee su fruto (escaramujo o tapaculos). Esta especie resulta de difícil estudio por su variabilidad morfológica y es frecuente en los montes de la Península Ibérica y abundante en las sierras de la provincia de Madrid.
Los rosales se pueden reunir, según clasificación botánica, en dos géneros: Hulthemia y Rosa. En el siglo XIX se crearon cientos de variedades de rosas, por lo que la historia reciente de la introducción de rosales exóticos y la hibridación entre ellos, condiciona la clasificación actual de rosas.
Rosales cultivados para jardinería
En jardinería, los rosales cultivados se dividen en 3 grandes grupos en función de:
► Su carácter natural y su origen durante la formación de variedades
► Las formas y tamaño en estado adulto
Y así se resumen esos tres grandes grupos, donde podremos encajar después las variedades de rosas cultivadas que vayamos encontrando (o buscando).
Fuente: Jardín Botánico de Madrid. Un paseo guiado. J.Martinez, O. Fiz, Valcarcel y P.Vargas
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