Un invernadero que se utiliza para el cultivo de plantas y sesiones de terapia en el jardín. Un lugar de encuentro donde tomar un café. Un refugio. Me refiero a Horatio’s Garden, el jardín en un centro especializado en el tratamiento de lesiones de médula espinal en Salisbury, Reino Unido.
Estamos en un hospital y ya quisiéramos en España que todos nuestros políticos tuvieran una actitud ejemplar y, lejos de alentarnos cada día a la desobediencia civil, nos motivara a ser más solidarios y colaborar allí donde los impuestos de los ciudadanos no son suficientes.
Me refiero a la labor de voluntariado, sí, a ese gesto humano que permite que hospitales destinados a ser un espacio apagado, donde enfermos y familiares no tienen consuelo, se conviertan en lugares donde las plantas son un soplo de vida y ayudan a dar luz a días destinados a ser grises.
Hace tiempo que quería hablar de Horatio’s Garden, el jardín que se creó hace dos años en un centro especializado en el tratamiento de lesiones de médula espinal: Duke of Cornwall Spinal Treatment Centre, en la ciudad inglesa de Salisbury en Wiltshire.
¿Por qué ese nombre? Horatio Chappel, hijo de una cirujana de ese hospital, trabajaba como voluntario y llamó la atención sobre la idea de crear un jardín en los 1.500 m2 que estaban tristemente infrautilizados. No pudo llegar a ver el jardín, porque murió en 2011, a la edad de 17, durante una expedición al archipiélago Svalbard –Noruega- donde le mató un oso polar. Tras su trágica muerte, hubo una avalancha de donaciones para hacer realidad ese jardín, que ahora, como homenaje, lleva su nombre.
El jardín fue creado por Cleve West, reconocido diseñador (Cinco de sus jardines han ganado medallas de oro en RHS Chelsea Flower Show, y dos han ganado Best In Show) establecido en Londres. Estaba familiarizado con ese hospital, porque solía acudir a él en muchas ocasiones para visitar a un amigo ingresado allí. Era deprimente, confiesa, y fue todo un reto crear esa magia entre la fría arquitectura del edificio y el amplio aparcamiento del hospital.
Dividió el espacio con muros de piedra seca en forma de espinas. Lógicamente, estaba limitado en cuanto a la creación de desniveles en el jardín. El diseño de plantación lo hizo a base de perennes y vivaces, para lo que, confiesa, se inspiró en los gustos de Piet Oudolf, con el objeto de conseguir luz, movimiento y texturas que permanezcan durante las cuatro estaciones del año. Además, ha logrado atraer aves e insectos beneficiosos. Pero lo más importante, es que consiguió que el día a día de pacientes, familiares y personal sanitario tenga un poco más de brillo, una clase de emociones y efectos que jamás se pueden conseguir con una tarjeta de crédito.
Ahora ese jardín lo mantiene Tina Crossley con la ayuda de voluntarios. Podéis echar un vistazo al sitio web de Horatio’s Garden y seguir de cerca sus actualizaciones en redes sociales, donde se comprueba que el proyecto es una realidad y sus objetivos parecen haberse cumplido. Todo es posible cuando existe la buena voluntad ¿no os parece?