Nunca dejas de sorprenderte, nunca hay que tirar la toalla y un sinfín de frases hechas son las que vienen a mi mente cada vez que miro esos diminutos brotes de gardenia. Un pequeño árbol de gardenia, hecho a partir de un esqueje entutorado y al que se le van suprimiendo todos los brotes inferiores. Ahora tiene doce años. Este invierno ya pedía auxilio y pensé, en primavera me pondré a ello.
Pero la primavera llegó muy ventosa y en un despiste mío, se deshidrató de tal manera que no quedó ni una sola hoja verde. La podé y continué regando porque parecía tener vida aún. Era todo palo y hace días, mientras hacía foto a las libélulas, pensé que solo serviría de atalaya. Pero no es así. Ayer comprobé que tal vez supere ese golpe. La intuición y la esperanza que no falten nunca.