Hierba de hojas grandes y brillantes. Abundantes flores de gran tamaño, con labio superior de color violáceo y el resto en blanco. Del Acanto (Acanthus Mollis) hay datos botánicos interesantes que descubrir, pero también muchas leyendas que contar. Ha sido inspiración de artistas a lo largo de la Historia. Hasta los diseños florales y de follaje de William Morris hacen referencia a esta planta.
«Una doncella de Corinto, apenas núbil, enfermó y murió. Su afligida nodriza, que la amaba profundamente, depositó en un canastillo sobre su tumba algunos objetos que fueron de su agrado en vida y tapó la cesta con un ladrillo, para evitar que la lluvia, el viento o los animales pudieran tumbar o revolver su contenido.
Sucedió que bajo el canastillo germinó una semilla de Acanto. Con el tiempo, fue creciendo hasta que sus hojas se toparon con el ladrillo, lo que obligó a las hojas a curvarse. Un día pasó por ahí el escultor Calímaco (Calimachus), conocido por el sobrenombre de Catatechnos (primer artífice) por la delicadeza con que tallaba el mármol, que andaba buscando inspiración para un encargo de columnas que le había hecho la ciudad de Corinto. Fascinado ante la belleza de esta nueva forma, la incorporó en nuevos capiteles. El diseño fue muy del agrado de los corintios, que empezaron a incorporarlo a sus capiteles. De esta manera, el nuevo capitel pasó a ser conocido como capitel corintio».
También se dice que puede deberse a la creencia popular que otorgaba al acanto un poder mágico, gracias a sus hojas espinosas, que impedía el paso de los espíritus malignos. Lo que parece más verosímil es que las hojas y la raíz poseen diversas propiedades medicinales.
En la literatura clásica también encontramos referencias, cuando Virgilio describe el vestido de la bella Helena bordado en relieve en forma de hojas de acanto. Pero aún hay más, en el mundo cristiano se relaciona esta planta con el renacimiento, ya que su rápido crecimiento, muerte y regeneración la asemejan a la resurrección de la vida y con el dolor de los pecados.
En fin, que historia, leyenda y reconocimientos no le faltan al Acanto. De hecho, por su majestuosidad y elegancia se convirtió en el emblema ornamental de las Bellas Artes. Y entre tanto trasiego histórico y de otro orden, los acantos vuelven a tener un reconocimiento en nuestros parques y jardines, donde cada vez es más frecuente encontrarlos en las zonas más umbrías, al abrigo de grandes árboles.
Originaria de la Europa mediterránea, el botánico Oriol de Bolòs i Capdevila consideraba que los acantos podían ser autóctonos en la Comunidad Valenciana. Estos que os muestro hoy se pueden ver en una zona boscosa del Parc de La Pinada en l’Eliana, Valencia. Arte y belleza nos les falta, eso por descontado: es Giganta y tiene Alas de ángel .
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