También puedes pasear serenamente, siempre cobijado por la sombra de pinos, olmos, chopos, eucaliptus, sauces, cipreses, palmeras y plataneros. Disfrutar fotografiando olivos y algarrobos centenarios, con troncos imposibles de seguir, cuevas en sus entrañas y sabios, como suele ser cuando se cumplen años.
Puedes, incluso, soñar que vuelves a ser niño, emocionándote y riendo cuando ves los patos navegar a toda prisa, algunos parece que tuvieran motor fueraborda, chapoteando en el agua o cloqueando, supongo que por los gritos de los niños que jugaban alrededor.
Este lugar, rico desde el punto de vista botánico, es el Parc Municipal de San Vicent, en Llíria (Valencia), en la carretera que va dirección a Olocau (Sierra Calderona). Situado en torno al manantial ancestral conocido como ‘Font de Sant Vicent’, en este paraje natural los romanos erigieron un templo dedicado a las ninfas (diosas del agua). En 1410, según la leyenda , tras una larga sequía, San Vicente Ferrer hizo brotar el agua milagrosamente de la fuente seca: “crecerá y escaseará, pero para beber no faltará”. En agradecimiento, le pusieron su nombre a la fuente natural y en el siglo XVIII los cristianos construyeron la ermita en su honor.
Sea lo que sea, lo que es indiscutible es que todo el bosque cobra sentido en torno al agua, brota por todas los rincones, conviertiéndolo en un lugar delicioso, y es que, ese halo de espiritualidad y serenidad que desprende cuando te adentras en éste oasis, invita a pasar horas y horas en él.