Para visitar el Jardín Botánico de Valencia no hace falta ninguna disculpa. Bueno, tal vez sí. Durante el verano, incluso en los comienzos del otoño, cuando el calor aprieta, sus árboles monumentales en medio de la ciudad se convierte en un excelente refugio.
V Encuentro de Otoño de Cactus y Suculentas
Pero en esta ocasión mi visita del pasado domingo 2 de octubre estaba motivada por el V Encuentro de Otoño de Cactus y Suculentas que, además de una serie de visitas guiadas, reunió en la Plaza Carles Pau del Jardín a viveristas especializados que instalaron una sección permanente de venta de cactus. Un encuentro que sirve para conocer mejor el apasionante mundo de los cactus y otras plantas suculentas, considerados auténticos supervivientes de las zonas más áridas del planeta.
Mi visita fue muy rápida, fugaz, pero me dio tiempo a descubrir espectaculares cactus de colección y dar un buen paseo por el jardín, para volver a disfrutar una vez más de ese oasis que para mí es un tesoro. Además, regresé a casa con un ejemplar de Astrophytum que ya ha florecido.
También volví a visitar la Caseta del Romero, una pequeña joya del Jardín Botánico, incluida dentro de la sección de plantas crasas del Jardín. A pesar de su nombre, este emblemático invernadero no alberga romero, sino las especies de cactus y suculentas más sensibles a las bajas temperaturas. Fue construida a finales del siglo XIX. Inicialmente utilizada como estufa de los helechos, se restauró un siglo más tarde para convertirse en esa “pequeña casa” que alberga esa colección. En este artículo publicado hace 3 años tenéis más información.
Memoria de los árboles a través de los anillos de crecimiento
Aprovechando la visita, eché un vistazo a una exposición muy interesante que se ha instalado en la Sala Estufa Fría y que permanecerá hasta el próximo 30 de octubre de 2016. La Memòria dels Arbres (La Memoria de los Árboles) es un proyecto del artista y divulgador Miguel Ortega Martínez, junto al biólogo del CSIC, Jesús Jullio Camero.
La sala Estufa Fría se ha llenado de troncos que recorren la historia del territorio a través de los anillos de crecimiento de los árboles. Una colección de lonchas de diferentes especies acompañadas de los paneles informativos que nos permitirán entender y compartir la memoria de cada árbol.
La sala Estufa Fría se ha llenado de troncos que recorren la historia del territorio a través de los anillos de crecimiento de los árboles. Una colección de lonchas de diferentes especies acompañadas de los paneles informativos que nos permitirán entender y compartir la memoria de cada árbol.
En ese fugaz recorrido tuve ocasión de avistar también un diminuto ciclamen silvestre que mostraba hace días: Cyclamen hederifolium
También pude apreciar dos especies de Aster (Aster novi belgii L. y Aster PatensAiton) que, como es lógico en esta época, estaba en plena floración. Si estáis interesados en conocer algo más sobre este género os recomiendo echar un vistazo a: Aster (Symphyotrichum) Coloridas estrellas en las borduras de otoño
Una de las ventajas de los jardines botánicos está en la posibilidad que brindan de darnos a conocer especies que no resulta fácil encontrar en nuestro entorno. Especies que probablemente nunca podremos tener en nuestro jardín y que las hace aún más interesantes, al saber que tenemos ante nuestros ojos plantas exóticas, especies silvestres, para las que haría falta un largo viaje si quisiéramos verlas en su hábitat natural.
Pero un jardín botánico también nos permite conocer y reconocer nuestra flora autóctona gracias a las plantas silvestres de cada región que también se conservan en ellos. Y, como no, es un lugar excelente para observar tesoros botánicos como el arbolado monumental que se refugia en estos museos vivos.
Claro que, si hay algo que aprecio realmente en las visitas a los jardines botánicos es que te ponen en tu sitio (las plantas, se sobreentiende). Te recuerdan que no se puede presumir de nada, que somos nosotros los que estamos a merced de los caprichos de la naturaleza. Un jardín botánico es de todos y de nadie. Por muchas fotos que hagas a ese jardín, no será nunca tuyo, pero el recuerdo y lo que sientas y aprendas en él no te lo va a quitar nadie.
Es un placer escuchar a los padres cómo dicen a sus hijos, mira ¿has visto qué árbol tan grande? anda, ve a leer ese letrero para saber cómo se llama. Y lo más sorprendente… el niño va corriendo ¿vamos?