No es indispensable estar entre ellos. La mera proximidad te permite disfrutar de ese aroma que atrapa. Pero si se tiene la fortuna de pasear entre naranjos en flor, entonces las sensaciones estallan al amanecer y el atardecer, a esas horas en las que los aromas del campo se potencian. No hay, desde mi punto de vista, un fragancia tan cautivadora como la que emanan los campos de naranjos cuando se convierte en campos de Azahar.