Me había alejado un poco para hacer fotos a un granado, cuando casi me tropiezo con ella. Una fantástica alcaparrera (alcaparra) pegada al lateral del muro de una casa. Cambié las tornas y comencé a fotografiarla. Mientras, apareció el propietario de la casa (y de la alcaparrera) quien se sintió orgulloso y, por supuesto, me contó la historia.
Hace 35 años que plantó esta Capparis Spinosa subsp. rupestris (Sm.) Nyman, siendo jovencito, y ya había recolectado miles de alcaparras (el botón floral) y alcaparrones (el fruto inmaduro). «Es una planta de aquí», decía, «yo no la riego nunca y en verano está espectacular». Y es que a la alcaparra, originaria del Mediterráneo, le gusta el sol directo. No soporta el exceso de riego, que pudriría sus raíces, ni la sombra. Prefiere terreros pedregosos, mejor muro que tierra, puesto que en estado silvestre son plantas rupícolas y viven en paredes de murallas y torres. Está en su fase final, hibernará durante el otoño e invierno, pero en primavera volverá a lucir en todo su esplendor.