Si te gustan los parques y jardines públicos, viajar a Londres puede convertirse en un torbellino que te impide disfrutarlos, salvo que dispongas del tiempo suficiente, y cuando digo “tiempo suficiente” está claro que me refiero a meses y no días. Incluso así, se escaparán muchos rincones dignos de una larga visita y un buen reportaje fotográfico.
Quienes residen en esa ciudad no dejan de sorprenderse al descubrir algunos espacios ajardinados llenos de encanto de los que no tenían conocimiento. Hablo, por ejemplo, de jardines casi secretos que suelen saborearse más, porque la intimidad que los envuelve le otorga una magia especial. En ocasiones, incluso, se trata de jardines que a pesar de no ser muy conocidos están cargados de historia. Hoy quería recordar un jardín del que hablé hace tres años, para recomendaros su cuenta de Instagram, y he querido compartir en el blog el artículo que escribí en 2016, el primero para la revista Espores del Jardín Botánico de Valencia.
Un poco de historia
Uno de esos jardines es Chelsea Physic Garden, situado en pleno centro de Londres, en el barrio de Chelsea y junto al rio Támesis. No digas que no te gusta encontrar jardines casi secretos, rincones camuflados en medio de la gran ciudad donde, además, la sabiduría botánica rezuma. Bonita palabra, sabiduría, y qué mal interpretada en ocasiones, porque opino que hay personas que son sabias por naturaleza, sin necesidad de conocer, del mismo modo que es necio quien teniendo la oportunidad de saber se niega a sí mismo ese privilegio. De modo que vamos a aprovechar esa ocasión y darnos un buen baño de sabiduría, conociendo algunos detalles del segundo jardín botánico más antiguo del Reino Unido, después del Jardín Botánico de la Universidad de Oxford.
Chelsea Physic Garden fue fundado en 1673 por una sociedad de boticarios -Worshipful Society of Apothecaries- con el fin de estudiar las cualidades medicinales de las plantas. El término ‘Physic’ se usa en referencia a las ciencias curativas.
En 1713 el doctor Hans Sloane adquirió de Charles Cheyne una finca solariega de Chelsea, arrendándola en 1722 a la Society of Apothecaries por 5 libras anuales a perpetuidad. La condición que debía cumplirse es que el Jardín se comprometiera a suministrar a la Royal Society, de quien era uno de sus directores, 50 herbarios por año, hasta un total de 2.000 plantas.
A partir de ese momento, bajo la dirección de Philip Miller (1722–1770), se convirtió en el jardín mejor provisto del mundo. Su programa de intercambio de semillas se instauró tras la visita, en 1682, del botánico holandés Profesor Herman, también relacionado con el Jardín Botánico de Leiden. Ese programa se ha mantenido desde entonces hasta nuestros días.
La ciencia llegó al jardín
Con el tiempo, el jardín se convirtió en un centro de referencia para el estudio botánico, además del intercambio de plantas procedentes de todo el mundo, con el objeto de realizar ensayos, probar sus cualidades y resistencia o preservarlas.
En 1983 fue reconocida como una entidad sin ánimo de lucro y abrió por primera vez sus puertas al público. Hoy en día funciona como una organización benéfica independiente, que cuenta con el apoyo de voluntarios (jardineros y docentes) y la ayuda de visitantes y amigos que permiten, con su aportación, que el jardín siga vivo y creciendo para generaciones futuras. Sus objetivos continúan siendo los mismos «demostrar la importancia medicinal, económica, cultural y ambiental de las plantas, para la supervivencia y bienestar de la humanidad».
El jardín cuenta con 5.000 taxones que incluyen plantas medicinales y de interés etnobotánico, así como especies raras y en peligro de extinción. También cultivan algunas plantas introducidas en su momento por personas relacionadas con la historia de ese jardín. Destaca su colección de Galanthus nivalis, con 70 especies diferentes que corresponden a cultivares inusuales.
De jardín a Botánico
Se trata de un jardín botánico en toda regla, de modestas dimensiones – 1,4 hectáreas- y al abrigo de paredes de ladrillo que lo hacen doblemente atractivo. En su interior se conserva el más antiguo jardín de Inglaterra dedicado a las plantas alpinas. Igualmente, protegido por sus muros, se encuentra el mayor olivo de Gran Bretaña, junto con lo que podría considerarse la vid cultivada al aire libre más al norte de todo el mundo.
A su colección de plantas hay que añadir la colección de grabados. En 1995 se creó la sociedad denominada The Chelsea Physic Garden Florilegium Society que tiene como fin reunir las pinturas y dibujos de las plantas que se cultivan en el Physic Garden y que son donadas posteriormente a ese jardín. Una florilegia que, del mismo modo que en el siglo XVII tenía la misión de retratar la belleza de plantas exóticas traídas de las colonias, ahora sirve como herramienta de conservación de especies.
Sus instalaciones incluyen un café donde poder tomar un refresco un almuerzo ligero, siempre con comida casera. También encontraremos una pequeña tienda donde comprar regalos y libros relacionados con el jardín, incluidas semillas, cómo no.
Visto lo visto, creo que es un jardín que invita a perderse en él durante horas. Un rincón donde volver un día sí y otro también, sin dejar de descubrir algo que nos sorprenda. Un jardín, al fin y al cabo, que nos puede pillar muy a mano si hacemos una escapada rápida a Londres y convertirse en un buen plan para hacer un alto en el camino mientras pateamos la ciudad. El precio de la entrada varía entre 6,95 libras para los jóvenes y 10,5 libras para adultos. Los niños menores de 5 años no pagan.
No olvides ponerlo en tu lista, especialmente si visitas Londres entre el 25 de marzo al 31 de octubre, la temporada de especial interés y en la que el jardín está abierto los 7 días de la semana. El resto del año solo abre de lunes a viernes. Tienes más información en su sitio web.
FOTOS FERNANDO RUZ