Ya nos habíamos resignado, cuando este invierno nos sorprendió y trajo abundantes lluvias, al menos en esta zona, dando un respiro allí donde la persistente sequía comenzaba a hacer estragos.
El campo se resentía y hasta la vegetación ruderal que se mezcla con la flora arvense en los bordes de caminos y sembrados escaseaba. Pero ahora da la sensación de que eso haya pasado a la historia, aunque nunca se sabe… por lo que es mejor que lo valoremos en su justa medida y lo observemos desde una perspectiva a largo plazo.
Las flores parece que han vuelto a brillar con ganas y aparecen en abundancia. Tal y como mostraba hace días, los almendros han florecido profusamente, aunque dicen que las lluvias harán que disminuya el número de frutos en los campos de producción. Tendré que moderar mi entusiasmo por respeto a quienes les afecte este hecho, pero es inevitable que se ensanche el corazón al verlos estallar en flor.
Hoy os propongo acompañarme en uno de mis paseos. A veces es mejor bajar la mirada, no perder de vista lo que podemos encontrar por el suelo. No vamos a esperar nada, porque no somos ávidos cazadores de plantas, tan solo caminaremos, pero eso sí, hay que estar muy atentos para que nuestros ojos puedan toparse por casualidad con algunos tesoros. Son pequeños, muchos de ellos son muy pequeños, pero nos avisan de algún modo, no paséis por alto esos toques de atención. A veces son de color blanco, otras amarillo, con frecuencia azules y a veces muy verdes.
Y ahí están. Plantas silvestres que últimamente parecían estar ausentes y, también, las que acuden incondicionalmente. Hay de todo, arvenses y ruderales, autóctonas y alóctonas. Plantas que se cuelan entre interminables mantos de Oxalis pes caprae y de jaramago (Diplotaxis erucoides), que este año están radiantes. Pequeños cardos, como el cardo blanco (Galactites tomentosa), que brilla por todos los rincones y en los bordes de los caminos. Y en amarillo, las flores de la mostaza blanca (Sinapsis arvensis) que se han dejado ver, incluso en los alcorques de árboles urbanos.
Una maravilla disfrutar al atardecer de los toques de azul y morado del Echium vulgare; o el azul de las flores del romero (Rosmarinus officinalis). Los nazarenos (Muscari neglectum) que surgen a ras de tierra como por arte de magia, ya está salpicando el suelo de azul oscuro. No falta tampoco el azul intenso de una introducida asilvestrada muy popular, la Vinca major. Algunas euforbias ya están florecidas y el aspecto de otras especies de ese grupo promete inminentes floraciones.
Y no podían faltar las alegres margaritas silvestres, conocidas como margarita de flor dorada (Glebionis coronaria, antes Chrisanthemum coronarium), con inflorescencias en amarillo y blanco-crema y que se desarrollan creando grandes comunidades en los bordes de los caminos y en terrenos alterados.
La flora espontánea se está dejando ver con descaro este invierno, en la periferia o en el campo, y hace presagiar una primavera con mucho movimiento. Que así sea y con buena cadencia.