Dicen que el lenguaje de las flores, a veces llamado floriografía, se popularizó en Francia sobre 1810-1850, mientras que en Gran Bretaña fue popular durante la era victoriana (aproximadamente 1820-1880), y en el Estados Unidos sobre 1830-1850. Las flores, incluso la disposición de éstas en los arreglos florales, se convertían en un medio criptográfico de comunicación.
Según he podido leer en Wikipedia, el origen de esa costumbre se sitúa en la Turquía otomana, concretamente en la Corte de Constantinopla. La obsesión se produjo en paralelo a la fiebre de los tulipanes (ver Tulipomanía) durante la primera mitad del siglo XVIII.
Parece ser que en Europa el entusiasmo por el uso de la floriografía se debe principalmente a dos personas: la inglesa Mary Wortley Montagu (1689-1762), que la llevó a Inglaterra en 1717, y Aubry de La Mottraye (1674-1743), quien lo presentó a la corte sueca en 1727.
El llamado Dictionnaire du language des fleurs (1809) de Joseph Hammer-Purgstall fue la primera lista que se publicaba conteniendo los nombres de las flores asociadas a las definiciones simbólicas. Posteriormente, en 1819, aparece el primer diccionario de floriografía escrito por Louise Cortambert, bajo el seudónimo de ‘Madame Charlotte de la tour’ y su título era lo que era: Le langage des Fleurs.
A esos libros le sucedieron alguno que otro más, pero uno de los más populares es el libro, editado por Routledge e ilustrado por Kate Greenaway, The Language of Flowers, que fue publicado por primera vez en 1884, y que continúa reproduciéndose en la actualidad.
La literatura y el arte no se han librado de esa fiebre. Jane Austen, Charlotte y Emily Bronte usaron el lenguaje de las flores en sus novelas. Shakespeare usó la palabra «flor» más de 100 veces en sus obras y sonetos. En Hamlet, por ejemplo, Ofelia menciona y explica el significado simbólico de los pensamientos, romero, hinojo, margaritas y violetas. En la mayoría de los cuadros de los pintores prerrafaelistas, las flores cargadas de simbolismo ocupan un lugar destacado. También se dice que John Singer Sargent utilizaba el simbolismo floral en muchas de sus trabajos realizados al aire libre.
A veces puede parecer algo frívolo, pero lo cierto es que, si hay que comunicarse de forma cifrada, mejor que sea con flores, con su color, su disposición y hasta su maceta, si es preciso; porque el simbolismo de las plantas nos da muchas claves, a veces muy perfumadas, que nos permiten tener una larga conversación sin necesidad de pronunciar una sola palabra.