La primera granada (Punica granatum L.) que conocí me la ofreció ‘Jóse, el frutero’ cuando vivía en Madrid. Me dijo, echa los granos sobre esta escarola y verás qué ensalada más rica. Y tenía razón. Lo que yo no sabía es que acabaría viviendo con tantos granados a mí alrededor.
Maduran entre 5 y 7 meses desde la floración, pero no lo hacen después de ser recolectadas, por lo que es necesario cogerlas en el momento óptimo: no por mucho madrugar, amanece más temprano.
El origen del granado (Punica granatum L.) se extiende desde los Balcanes hasta el Himalaya. Se supone que fueron los cartagineses los que lo llevaron al sur de Europa. Actualmente, este árbol se encuentra naturalizado en el Mediterráneo, Sudamérica y el sur de los Estados Unidos. Al ser cultivado desde tiempos remotos, existe una gran variedad genética y progresivamente se incorporan variedades que mejoran la calidad (sabor, color, etc.), dureza de las semillas y resistencia al rajado.
Considerada como una de las llamadas ‘superfrutas’ por ser rica en antioxidantes y potasio, calcio y magnesio, España está entre los principales países productores de granado, concretamente las provincias de Alicante y Murcia. La variedad mollar de Elche (Alicante), por ejemplo, es cada vez más conocida y consumida.
Varias civilizaciones consideran la granada símbolo de amor, fertilidad y prosperidad. Independientemente de cualquier simbología, el fruto y la flor son preciosos, y esos granos o semillas salpicados en la ensalada son una auténtica delicia. A mí de la granada me gusta … ¡hasta la Alhambra!.