Fue una de las ilustradoras mejor pagadas de su época, una época en la que la mujer solo estaba destinada a ser esposa y madre. Entonces, la ilustración era una buena profesión para que las jóvenes lograran ganarse la vida.
Otros tiempos y otros valores. Ese es uno de los méritos de Jessie Willcox Smith, bueno, de ella, de Elizabeth Shippen Green y de Violeta Oakley. Las tres llegaron a ser conocidas como las Red Rose Girls y eran miembros del Philadelphias’s Plastic Club, que pretendía defender “el arte por el arte”.
Cuando la obra de la mujer artista era considerada inferior a la de un hombre, solo las asociaciones podían ayudar a las mujeres a vencer esos estereotipos, animarlas a crear y sentirse más libres.
Jessie Willcox Smith nació en 1863, en Mont Airy, un barrio de Filadelfia, en el estado estadounidense de Pensilvania. Se formó como maestra, pero cuando asistió a una clase de pintura a la que le invitó su prima, descubrió su verdadera vocación y abandonó la enseñanza para matricularse en la Escuela de Diseño de la Mujer en Filadelfia. Su momento decisivo viene en 1885, cuando asiste a las clases de Thomas Eakins en la Academia de Pensilvania de Bellas Artes. De él aprendió a utilizar la fotografía como recurso para sus ilustraciones.
En 1894 se matriculó en la Universidad de Drexel, donde el 50% de las alumnas eran mujeres. Uno de los profesores, Hower Pyle, alentó a muchas de las artistas de la generación de Jessie Wilcox a luchar por su derecho a ilustrar para las empresas editoriales más importantes de aquella época.
A comienzos del siglo XX su carrera floreció. Continuó ilustrando toda su vida. Realizó ilustraciones para más de 250 periódicos, 200 cubiertas de revista, 60 libros, impresiones, calendarios y carteles de 1888 a 1932. Alrededor de 1925, aumentó el número de retratos que pintaba, utilizando fotografías como herramientas.
El estilo de Smith cambió a lo largo de su vida. Al comienzo de su carrera utilizó bordes oscuros para delinear objetos brillantes y personas, en un estilo que algunos señalan como «japonés». En sus trabajos posteriores, suavizó las líneas y colores hasta que casi desaparecieron. Utilizó diferentes recursos: óleo, acuarela, crayones, gouache, carbonilla, cualquier cosa que le diera el efecto deseado. Muchos coinciden en que su uso del color estuvo influido por los impresionistas franceses.
Las ilustraciones que comparto hoy, creadas por Jessie Wilcox, forman parte de esa época en la que la mujer y muchas artistas se dedicaron a la ilustración de cuentos infantiles, ayudando a la difusión de esas obras clásicas. Jessie Wilcox nunca llegó a casarse, pero en sus comienzos, tuvo que reflejar la vida cotidiana idealizada de madres de familia de su época. No en vano, alcanzó la fama por las tapas de la revista “Good Housekeeping”, en la que se incluían escenas que recuerdan la época victoriana, donde las madres modélicas de cultura anglosajona leían a sus hijos un cuento, vestían a los niños y les cuidaban con paciencia.
Otra época, ya lo creo, de hecho, en las ilustraciones que muestro no aparece ninguna “perfecta ama de casa”, sino escenas que tienen que ver con el jardín y el cuidado de las plantas. Claro que, no olvidemos que solo son niñas, y no niños, los que tienen en la mano una flor o una regadera. No vamos a culpar ahora de ello a Jessie Wilcox, obviamente. Todo lo contrario, solo se me ocurre felicitarla por haber puesto en su momento su granito de arena, que permitió enriquecer el arte, el amor por la jardinería (que después llegaría también a los hombres) y el progreso e integración de las mujeres en la sociedad.