El parterre del jardín renacentista italiano del Castello Ruspoli fue uno de los más aclamados del siglo XVII. Hoy en día es, además, uno de los mejor conservados gracias a la hoz de mano de Santino Garbuglia y su familia, que desde hace más de 60 años conservan la tradición de podar el parterre sin ayuda de herramientas mecánicas. Al fin y al cabo, no siempre todo es pompa y boato en los jardines, aunque se hayan concebido para las familias ricas y poderosas, la nobleza o la iglesia.
De fortaleza defensiva y monasterio a residencia noble
El Castello Ruspoli es una espléndida mansión en el centro de Vignanello, pequeño municipio ubicado en las colinas y montañas del Lacio, en la provincia de Viterbo. Un entorno de especial importancia paisajista a tan solo una hora de Roma, a cuyo alrededor se concentran algunos de los jardines renacentistas más impresionantes de toda Italia.
El origen del Castello Ruspoli se remonta al 847, cuando era una fortaleza defensiva que protegía al pueblo. Con el tiempo, llegó a convertirse en ese lugar que acogió a algunas de las familias más poderosas de la Italia moderna, relacionadas con papas, caudillos, embajadores, militares e intelectuales.
En los siglos siguientes, la fortaleza se transformó en un convento de monjes benedictinos, que lo habitaron durante varios siglos hasta que, en 1531, el Papa Clemente VII se lo concedió en feudo como fortaleza papal a Beatrice Farnese Baglioni. Su hija Ortensia Farnese fue quien lo transformó para convertirlo en la espléndida residencia noble que es hoy.
En 1704, el castillo fue adquirido por la familia Ruspoli, que lo sigue utilizando actualmente como residencia de verano.
Uno de los jardines históricos más bellos de Europa
Se dice que la perla del Castello Ruspoli es el magnífico jardín renacentista creado en la parte trasera del edificio, cuyo diseño se atribuye a Jacopo Barozzi da Vignola, un destacado arquitecto y tratadista del renacimiento italiano. El jardín se realizó en 1610 a instancias de Ottavia Orsini, hija de Beatrice Farnese y Vicino Orsini, creador del inquietante jardín de Bomarzo, cuya influencia no parece haber dejado demasiada huella en este jardín.
Octavia Orsini pensó en un jardín a la italiana. Pidió que se diseñara un parterre decorado con macizos de flores articulados geométricamente en módulos alrededor de la fuente central. Con una extraordinaria proporción y orden, en el parterre, los setos forman dibujos regulares y laberintos simétricos, que todavía hoy puede disfrutarse desde las ventanas de este castillo medieval, tal y como lo propuso Ottavia Orsini.
Un parterre de boj que sigue los patrones originales
Cuando se diseñó por primera vez, ese espléndido parterre estaba realizado con plantas de salvia y romero, ya que, al igual que en Villa Lante, el uso del boj llegó más tarde.
Hoy en día, el parterre de boj todavía sigue sus patrones originales en cada uno de los 12 recintos de proporciones regulares en los que se divide la zona trasera del castillo. En este caso, bordeados por cuatro avenidas por las que se puede pasear entre los setos mixtos de laurel (Laurus nobilis), boj (Buxus sempervirens), mirto (Myrtus communis) y viburno dulce (Viburnum tinus).
Los setos inferiores de boj, para los dibujos del interior de los paneles que hay en los parterres centrales bajo las ventanas del Castillo, incluyen las iniciales, perfectamente recortadas, de Ottavia Orsini y sus hijos Sforza y Galeazzo; y otro con la flor de ocho pétalos que se representa en el escudo de armas de la familia Orsini.
En el centro del jardín se localiza una gran fuente con juegos de agua, y otros pequeños jardines italianos serpentean por las terrazas que descienden hacia el bosque del valle. No faltan, por supuesto, macetas de terracota y limoneros alineados en setos verdes recortados.
La familia Garbuglia, dos generaciones de jardineros en el Castello Ruspoli
El cuidado y mantenimiento del jardín del Castello Ruspoli ha estado a cargo de la familia Garbuglia desde hace más de 60 años. Son dos generaciones de jardineros, Marino Garbuglia y, hoy en día, su hijo Santino, que han sabido conservar la tradición en la ejecución del arte topiario que se realiza sin ayuda de herramientas mecánicas.
En la actualidad, el jardín conserva el rigor del diseño inicial, que se renueva cada año con el buen tiempo. Los expertos coinciden en que Santino Garbuglia, que ahora tiene 79 años, es quien ha salvado y restaurado los grandes patrones del parterre de boj (Buxus sempervirens). Y lo ha hecho cortándolos pacientemente, no con tijeras eléctricas, sino con una hoz de mano, una de las herramientas de recolección más antiguas.
Santino y la hoz que mantiene el impecable parterre
También circulan por Instagram imágenes que muestran que es cierto que el espléndido parterre de Castello Ruspoli se sigue recortando con una hoz tradicional. Y lo hacen Santino, su familia y, en ocasiones, algún que otro jardinero que acude para conocer de primera mano la práctica de la jardinería con técnicas tradicionales y herramientas históricas.
También conocida popularmente como segadera, echona o ichona, la hoz, con cuchilla metálica de medialuna y un mango para dirigirla, es la herramienta hortícola por antonomasia. Tremendamente útil, la cuchilla de la hoz es más curva y pequeña que la no menos soberana y temida guadaña, lo que permite emplearla con una sola mano, liberando la otra para agarrar lo segado.
Lo cierto es que no todas las hoces tienen características exactas. Tradicionalmente se utilizaban diferentes modelos de hoces, que respondían al trabajo al que estaban destinadas. La hoz de segar, por ejemplo, tiene el mango y la hoja semicircular en planos paralelos, lo que le permite cortar más pegada al suelo que la hoz ordinaria.
Hay una hoz con la hoja grande y robusta, conocida como cortador de plantones, que sirve precisamente para eso, para cortar porciones de tierra con el plantón. Para limpiar zarzas, hay hoces que tienen la longitud de dos manos y la hoja curvada es estrecha. En este caso, la hoz se mete entre las zarzas y después se estira hacia fuera con las dos manos. Y en la vendimia, por lo visto, los pedúnculos de las vides se pueden cortar con un corquete, herramienta similar a la hoz, pero de dimensiones más reducidas.
En la hoz de podar, el mango presenta una pequeña moldura en el extremo inferior, y la hoja sale en el mismo plano del mango. Las que se sirven para podar los olivos son más grandes y las de los viñedos más pequeñas. En cualquier caso, se utilizan cogiendo la rama o sarmiento que se quiere cortar con una mano, mientras se golpea con la hoz a la otra.
Una fatigosa tarea y un parterre histórico perfectamente conservado
Entiendo que la hoz que utiliza Santino y los jardineros en el parterre del histórico jardín de Castello Ruspoli es una hoz de podar tradicional. Posiblemente a muchos les parezca una locura, porque son muchos los setos del jardín y no es una tarea cómoda, la verdad. Pero lo cierto es que el uso de estas técnicas tradicionales con herramientas históricas, en una época en la que la enfermedad del boj propagada mediante recortes mecanizados ha puesto patas arriba muchos jardines, parece que ha resultado ser una decisión acertada. Al fin y al cabo, hoy en día es uno de los jardines renacentistas mejor conservados de Europa.
Castello Ruspoli no está abierto al público, pero se pueden concertar vistitas guiadas al castillo y sus jardines renacentistas para grupos de tamaño limitado, solicitando la reserva en info@castelloruspoli.com.
Fotos: Castello Ruspoli
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