En la localidad de Pedreguer, en la Marina Alta de Alicante y muy cerca de Denia y Jávea, se encuentra el Jardín de l’Arbarda, donde destaca la simetría y la profundidad, con el Montgó como telón de fondo. Su razón de ser es la jardinería sostenible y la conservación de la flora y fauna mediterráneas, sin olvidar su disfrute comunitario.
Ya comenté en su día al hablar de este jardín que, cuando nos referirnos a la Comunidad Valenciana como destino turístico se suele pensar en sol, playa y paella. Eso significa perderse lugares situados en el interior que tienen un gran encanto y valor paisajístico. Orba, Pedreguer, Alcalalí, Xaló, por ejemplo, son lugares para escaparse, no debéis dejarlo pasar. Los extranjeros jubilados que quieren algo más de tranquilidad lo han conquistado muy inteligentemente.
El Jardín de l’Arbarda está ubicado en Pedreguer,en la comarca de la Marina Alta, y es propiedad de Fundem, una fundación para la conservación de la fauna y flora mediterránea, cuyo objetivo es conservar y promover el conocimiento de nuestro patrimonio natural. Para lograr estos fines, trabajan en dos frentes: la gestión responsable del territorio y el fomento de la jardinería autóctona sostenible.
Un poco de historia
Todo comenzó en los años 80, cuando el ingeniero químico y empresario Enrique Montoliu adquiere un bancal de limoneros y lo transforma en un jardín mediterráneo, como los que había visto en los municipios de Carcaixent, Alcira o Náquera, en la provincia de Valencia. El resultado fue una villa con traza neoclásica rodeada de 50.000 metros cuadrados de jardines que nacieron con espíritu renacentista, pero que corrieron por otros derroteros.
Enrique Montoliu, considerado un mecenas natural, recibió asesoría de botánicos y paisajistas, como Juanjo Todolí, entonces un joven ingeniero agrónomo conocido y premiado por sus trabajos orientados al uso de las plantas autóctonas en la jardinería pública.
Para ese proyecto, que incluye también un vivero y reservorio botánico en la parte silvestre del jardín, Montoliu invirtió su patrimonio personal. Una vez realizado, abrió su casa al público y, junto a las visitas guiadas, organiza talleres de educación ambiental.
Pero su proyecto ambientalista era ambicioso y no era posible que funcionara sin el apoyo de una fundación. En 1996 creó Fundem (Fundación Enrique Montoliu) con el propósito de recuperar espacios naturales baldíos y cederlos en custodia de territorio para su restauración.
Repoblar con bosques de carrasca, bosques mixtos de caducifolios, matorrales, recuperar las formaciones naturales, y conservar las terrazas y sus cultivos es posible gracias al trabajo de campo de estudiantes universitarios y varios colectivos de biólogos y profesores de secundaria.
Jardín de l’Albarda, Fundem y el Parque Natural del Montgó
Enrique Motonliu reconoce que el jardín tiene una geometría totalmente armónica con el Montgó, una montaña relativamente pequeña, pero que impone el ritmo y la estética, como suele suceder en la naturaleza.
El Parque Natural del Montgó tiene un convenio con Fundem y, además de compartir visitas guiadas con el Jardín de la Albarda, se conservan en ese jardín algunas de las especies que crecen en el Montgó. Además, conservan otras especies del Parque Natural del Marjal de Pego-Oliva, también cercano. Hay que tener en cuenta que la zona de la Marina Alta y la Safor son dos comarcas con una pluviometría más grande que el resto de la Comunidad Valenciana, lo que dota a esa comarca de una biodiversidad importante, con 1.297 especies autóctonas, de las cuales 102 son endémicas.
El jardín
Se humanizó esa zona montañosa con espacios que se comunican con paseos, pérgolas y edificios, pero siempre dejando que la naturaleza marcara la estética. Los simétricos parterres con setos de arrayán (Myrtus communis) recuerdan que inicialmente se trazó como un jardín renacentista.
En el jardín coexisten tres tipos diferentes de paisaje: un jardín formal en el centro, que rodea el edificio; otro jardín tradicional valenciano con influencias árabes; y un área que recrea zonas boscosas propias de esa región.
Ángel Pérez, ambientalista y guía en el Jardín de l’Albarda, comenta que el jardín formal lo recorre un bosque en el que vive mucha fauna asociada, por lo que no existe el efecto barrera que crean los humanos. Eso hace posible que a esa fauna le cueste mucho menos comer en el jardín que en el propio bosque, lo que favorece que el jardín esté limpio de plagas y se hayan reducido hasta eliminar los plaguicidas.
Las fuentes y elementos acuáticos de inspiración árabe arropan a más de 700 especies de plantas, en su mayoría autóctonas del Mediterráneo, por lo que están adaptadas al clima y suelo y su consumo de agua es mucho menor. También dispone de un estanquepara que insectos, aves, reptiles y anfibios acudan a él, encargándose de restablecer el equilibrio biológico de la zona.
Además de las pérgolas, parterres, templetes, fuentes, esculturas de mármol y terracota, destaca un umbráculoque fue premiado por su diseño arquitectónico y que albera palmeras y plantas tropicales.
Un íntimo jardín árabe regala fragancia de azahar y jazmín. En el estanque crecen nenúfares blancos autóctonos de la Marjal de Pego y flores de loto. En una rocalla crecen especies de flora amenazada y, además de los macizos de rosas, un gazebo deja que trepen por él fragantes rosas blancas del himalaya y las rosas floribundas ‘Red Leonardo da Vinci’, con cuyos pétalos carnosos se hace mermelada. No faltan un bosque de pino rodeno (Pinus pinaster) y un espeso bosque seco mediterráneo.
Mucho que descubrir, sin duda. El jardín, que se gestiona con un régimen de visitas público y ofrece una serie de actividades y conciertos, se ha convertido en un modelo de referencia en el mundo de la jardinería sostenible y mediterránea.
Fotos © Marc Llinares | Jardín de l’Albarda
Información y contacto: Urb. Muntanya de La sella, Carrer Baix Vinalopò, 8, 03750 Pedreguer. Denia, Alicante Teléfono: 96 352 30 99 • WhatsApp 696 975 290 • Cómo llegar: 638 320 631
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