Queremos más museos, y queremos más jardines. Pero, también queremos museos que alberguen bellos jardines.
Hace poco comentaba que estaba floreciendo el jardín creado por Piet Oudolf en el Museo Voorlinden en Wassenaar, Paises Bajos. También vimos en su día otro jardín suyo en el centro de arte Hauser& Wirth en Somerset, Reino Unido.
En esta ocasión, vamos a ir más lejos, en todos los sentidos, porque el museo que quiero mostraros está en Estados Unidos; pero también porque está considerado como la casa del impresionismo americano (impresionismo en los Estados Unidos), porque fue allí donde nació ese movimiento artístico.
Florence Griswold Museum
Un edificio histórico y notable, que ocupa un lugar único en la historia del arte americano, puesto que numerosas obras de artistas del movimiento impresionista de los Estados Unidos, conocido como impresionismo americano, se conservan allí, en el mismo lugar donde vivieron y pintaron artistas como, por ejemplo, Childe Hassam. Allí buscaron inspiración, jugaron con la luz y compartieron visiones estéticas comunes, del tal y como hacían otras “colonias de artistas” en diferentes lugares de Estados Unidos.
Arte, historia y naturaleza | Lyme Art Colony
En primer lugar, debemos situarnos en un pueblo llamado Old Lyme, en Connecticut, uno de los 50 estados de los Estados Unidos. En los primeros años del siglo XX, se creó en Old Lyme una “colonia de artistas” conocida como “Lyme Art Colony” que estableció su centro de actividades en una casa de huéspedes, regentada por Florence Griswold, donde convivían y trabajaban juntos.
La “Lyme Art Colony” pronto acabaría convirtiéndose en la «colonia de arte» de verano más famosa de los Estados Unidos. Con ello, el estado de Connecticut jugó un papel decisivo en la promoción del arte en su país.
Se observa el paisaje y se pinta al aire libre
El museo reúne todo lo necesario para ser considerado, no solo un centro conservación y exhibición, sino también un centro educativo, con numerosos programas para niños y adultos; diferentes actividades donde la pintura al aire libre marca todas las pautas en su programación.
Los visitantes tienen, si lo desean, un papel activo. Se mira, sí, pero también se pinta; y lo mejor de todo es que se puede colocar el caballete en lugares donde tiempo atrás lo hicieron los grandes representantes del Impresionismo Americano. Tumbarse en el césped. Contemplar el paisaje desde donde quieras. Todo un privilegio, sin duda, y todo placer.
Un jardín para los pintores
Ahora viene el plato fuerte, porque el nombre del museo hace referencia a Florence Griswold, propietaria de esa residencia y apasionada de la jardinería. Su curiosidad e interés por esa disciplina, le llevó a conocer el comportamiento de las plantas gracias a los catálogos de semillas y libros de jardinería. Gracias a su correspondencia, se sabe que buscaba constantemente plantas nuevas e inusuales. También ayudaba a otros, incluidos algunos de los artistas de Lyme, a quienes adaptaba sus jardines para que asegurarles una buena explosión de flores que sirviera de modelo para sus cuadros.
Obviamente, uno de los objetivos del museo fue restaurar el jardín y huerto de Florence. En 1998, una excavación arqueológica del lugar permitió que el museo pudiera identificar los límites físicos de las camas del jardín y los senderos, así como el huerto y las dependencias de los alrededores.
Sheila Wertheimer, especialista en Historia del Paisaje, fue la encargada de guiar al museo en la restauración de los jardines, tal y como se presentaban en 1910. Camas junto a la casa con plantas cuyas flores solían colorear el jardín de Florence: Malva real (Alcea rosea), Iris, dedalera (Digitalis purpurea), heliotropo (Heliotropium), Phlox, geranios (Geranium) y azucenas (Lilium) son algunos de los géneros y especies de plantas utilizadas.
Un jardín histórico restaurado y bien conservado
Hoy en día, con el apoyo de un grupo de voluntarios, se sigue investigando para lograr introducir nuevas especies en el jardin. Con ello logran que quienes visitan ese museo puedan descubrir el efecto de la luz en el jardín, esa luz que inspira y esos jardines que despiertan la creatividad.
Poco más allá de los jardines, se encuentra el río Lieutenant, por cuya orilla también se puede caminar y disfrutar de un paisaje realmente evocador, que pone la guinda a este maravilloso museo.
Lo dicho, queremos jardines, queremos jardines históricos bien conservados, queremos cultura; y si tenemos todo junto, mucho mejor.
Fotos Florence Griswold Museum
Childe Hassam: mujeres, jardín y flores