Se suele considerar un elemento igualador de la ciudad, independientemente de que se trate de un barrio rico o pobre, con mayor o menor densidad. Pero cobran sentido si logramos que se conviertan en un soporte donde ubicar esos espacios verdes tan necesarios para crear entornos que nos acerquen a la naturaleza y, con ello, se ayude a mejorar el equilibrio psicológico de los ciudadanos.
Verde urbano en las rotondas
Queremos verde y queremos rotondas bonitas, nada recargadas y que sean sostenibles, por supuesto. La vegetación se convierte en sumidero de CO2 y si utilizamos especies autóctonas reducimos los requerimientos hídricos en las zonas verdes urbanas, aunque también existen híbridos de especies exóticas que pueden cumplir con esos requerimientos.
Hace ya tiempo mostraba una rotonda realmente espectacular ubicada en l’Eliana, un pueblo a escasos kilómetros de Valencia. La rotonda que muestro hoy se encuentra también en esa zona, pero en esta ocasión se ubica dentro del municipio de San Antonio de Benagéber.
Especies rústicas en zonas urbanas
En esta rotonda se han utilizado especies con bajos requerimientos, entre las que se encuentran adelfas (Nerium oleander), drácenas (Cordyline australis ‘red star’) y ejemplares de palmera Phoenix canariensis que de momento han sobrevivido al ataque del picudo rojo. Alguna especie más exigente en cuanto a los requerimientos hídricos, como el Solanum rantonetti. Junto a todas ellas, siempre que paso por allí me llama especialmente la atención esa explosión de color que ofrece la alfombra creada por las flores anaranjadas de la Lantana montevidensis.
Si tenemos en cuenta que las temperaturas propias del clima mediterráneo seco, o levantino-balear, está sufriendo desde hace años un aumento progresivo de las temperaturas y la prolongación de los periodos de sequía, no es de extrañar que algunas de las plantas incluidas en esa rotonda hayan acusado en cierto modo esa situación y parece que les cuesta poner su mejor cara.
Pero la Lantana montevidensis, aparentemente ajena a todo ello, ha continuado ofreciendo una explosión de color tal, que ayuda a recordar que en esa rotonda alguien en su día creó un pequeño oasis para refrescar el paisaje urbano.
Lantana montevidensis
Ya comenté en otro artículo las principales diferencias, respecto a su comportamiento invasor, entre Lantana camara y la Lantana montevidensis.
A juzgar por lo que he observado en esa rotonda, la Lantana montevidensis está demostrando una gran tolerancia a las circunstancias adversas. Obviamente, este hecho explica que en ocasiones se tenga en cuenta su capacidad de desplazar a otras especies. De hecho, en países como Australia está clasificada como ‘mala hierba’, cuyo crecimiento tiene que ser controlado porque puede convertirse en una maleza agresiva, debido a su tolerancia a la sequía y forma de crecimiento, que desplaza los pastos nativos afectando al pastoreo.
En resumen, la rusticidad de la Lantana montevidensis es indiscutible. Tolera climas calurosos y suelos pobres en nutrientes. Debido a su crecimiento rastrero, se suele utilizar como cubresuelos en jardines desérticos, naturales o rocosos. También se convierte en colgante cuando se planta en contenedores o jardineras elevadas. Por si todo esto no fuera suficiente, atrae mariposas y su floración es constante y abundante. ¿Algo más? no sé, tal vez podemos añadir, por ejemplo, que es originaria de Uruguay Bolivia, Paraguay, Argentina y el sur de Brasil y el nombre de la especie hace referencia a Montevideo, capital de Uruguay.
Híbridos de exóticas o especies autóctonas, pero que no pidan más de lo que podemos darle y que nos den tanto como esperamos de ellas. Parece sencillo, pero no lo es tanto… o sí.