La escapada que hice esta mañana al campo fue con premeditación y alevosía (nocturnidad no, porque eran las 9 de la mañana). Claro que sí, tenía que comprobar y fotografiar, de nuevo, al narciset valencià.
Hace unos días leía una noticia que publicaba El Real Jardín Botánico, CSIC y que hace referencia al proyecto Phoenix 2014, en el que se trabaja en la conservación de siete especies vegetales amenazadas. En dicho proyecto también participan dieciséis jardines botánicos españoles y otros centros de conservación vegetal integrados en la Asociación Iberomacaronésica de Jardines Botánicos (AIMJB).
Lo que no había visto hasta ayer es que, entre las especies que investiga el Jardín Botánico de Madrid, está una planta de la que hablé en 2013: Lapiedra martinezii, el narciset valencià. Las otras especies que se investigan son: Cynara tournefortii, Thymelaea lythroides, Malvella sherardiana, Asparagus macrorrhizus, Astragalus nitidiflorus y Androcymbium europaeum.
Una alegría inmensa saber que está mimada y protegida, claro que sí. Lapiedra martinezii es una bulbosa endémica que se desarrolla únicamente en el sureste de la Península Ibérica y se conoce a alguna población en el norte de África. Se trata de un género monotípico (solo tiene una especie) que pertenece a la familia Amarydillaceae y tribu Galantheae.
En su día mostraba las flores, porque era al final del verano, momento en que las hojas no están, ya que las plantas floridas de esta especie no tienen hojas (áfilas). Pero hoy sí, están en su momento máximo desarrollo, tras fructificar y perder las partes aéreas, y se extienden y asoman entre piedras para anunciar (junto al Sedum) algo así como: cuando tú vas, yo vengo de ahí.
Y la flor… ¿queréis saber cómo es? Pues tenéis que esperar al final del verano o echar un vistazo a las que os mostré en septiembre de 2013 aquí.