Nació en Londres, pero crecer cerca de Epping Forest despertó su amor duradero por el mundo natural. Esa cercanía con la naturaleza tuvo un gran impacto en su trabajo y creo que hoy día pocas personas se sienten indiferentes ante alguno de sus cuadros, donde no faltan rosas, peonías, aurículas, madreselvas, lirios, azucenas, zinias, ciclámenes, eléboros, tulipanes, fritillarias, campanillas, pensamientos o nomeolvides, entre otras muchas especies vegetales.
Son obras repletas de simbolismo inspiradas en pinturas históricas tradicionales, donde la naturaleza se desborda por los ropajes, el cabello o las manos en esos característicos retratos isabelinos llenos de primavera. Unos retratos que, por cierto, en ocasiones coquetean y se funden con delicados bodegones.
Flora y los retratos isabelinos
Efectivamente, la pasión de Lizzi Riches por la naturaleza surge al tener la oportunidad de crecer cerca un área boscosa del sureste de Londres conocida como Epping Forest, antiguo bosque real propiedad de la Corporación de la Ciudad de Londres. El bosque cubre 2.400 hectáreas y contiene áreas de bosques antiguos, pastizales, brezales, arroyos, ciénagas y estanques. En fin, no de extrañar que la flora haya estado tan presente en su obra.
A esa atracción por el mundo natural se unieron otras dos experiencias vitales que serían determinantes en su obra. Por una lado, las visitas de la infancia a la National Gallery de Londres despertaron su pasión por la pintura. Pero, mucho antes, cuando visitó Audley End –una de las mejores casas jacobeas de Inglaterra– a la edad de cinco años, se inició un interés de por vida en el retrato isabelino.
Uniendo esas tres piezas del puzzle, descubrimos el lenguaje visual de Lizzie Riches, un estilo que empieza a fraguarse mientras asistía a la Escuela de Arte de Camberwell y a la de la Universidad de Goldsmiths, ambas en Londres. Allí, se sintió desencantada por las modas y estilos de pintura de finales de los sesenta del siglo pasado y buscó su propio lenguaje, una oposición que le llevo a crear pinturas en las que utiliza un rico simbolismo. En muchas de sus obras, imita pinturas históricas tradicionales a las que da vida fundiéndolas con diversos aspectos de la vida natural. Me refiero a esos cuadros en los que el retrato y naturaleza muerta se presentan fundidos con un estilo muy personal.
En 1976, se unió a la Portal Gallery de Londres, una galería que se mantiene al margen de las modas del mundo del arte y lleva más de 60 años exhibiendo pinturas figurativas de un grupo de artistas que, cada uno con su propio estilo, combinan la habilidad técnica con una gran imaginación. Desde entonces, Lizzie Riches ha exhibido con ellos en Chicago, Nueva York, París y continuamente en Londres.
Sus retratos isabelinos no son nuevos en este blog. Con The Gardener di la bienvenida a la primavera hace ya unos 7 años años y, desde entonces, cuando se produce un nuevo equinoccio de primavera, vuelvo de forma recurrente a ese retrato. También ha estado presente en Jardineros y jardineras protagonistas en la pintura, el artículo que publiqué el marzo de 2020, donde aparecían también algunas de sus versiones de Flora y otra jardinera muy bien equipada.
Floralia y la fiesta de la primavera
Más recientemente, he descubierto una pintura que completó en la primavera de 2021 titulada Floralia, un derroche de belleza y flores que aparecen por cada rincón del lienzo. La obra representa a las Floralias (Floralia en latín), fiestas que se celebraban en abril en la antigua práctica religiosa romana en honor Flora –la diosa de las flores, los jardines y la primavera, y una de las varias diosas de la fertilidad– y que simbolizaban la renovación del ciclo de vida.
No sé si abundaban las plantas y flores en esas celebraciones que, con el tiempo, se volvieron especialmente lascivas en las ciudades, pero, sin duda, la primavera estalla en esta pintura como un castillo de fuegos artificiales por cada rincón del cuadro.
Lo cierto es que, siempre me quedo con ganas de más y, sobre todo, siempre he tenido la sensación de estar de algún modo en deuda con la artista, porque sus pinturas circulan a gran velocidad por las redes sociales. Parece que llaman la atención, que gustan mucho y, sin embargo, creo que pocas personas se paran a descubrir quién hay detrás de tanta y tan bella fiesta jardinera.
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