No todas las historias tienen final feliz. O sí. Quién sabe. Esta morera (Morus alba L.) llamó mi atención el 13 de Junio cuando hacía fotografías a los rosales plantados en el campo. Vi la marca de su tronco. No parecía tener enfermedad alguna, pero esa marca, lógicamente, no presagiaba nada bueno. A los pocos días, el 18 de Junio, mis sospechas se confirmaron y el árbol ya había sido talado. Parece ser que sus raíces estaban dañando un sector de los rosales, la balsa de fitosanitarios y, además, levantaba la carretera. No sé que harán ahora, porque el árbol, hace dos días, dejaba claro que quiere seguir, no abandona y, como dice el refrán, el que tuvo, retuvo.
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