“Me gustan las plantas más que cualquier otra cosa y, finalmente, había encontrado arte y plantas juntas”
Eso afirma Olwyn Bowery (1936) al referirse a su encuentro con el jardín de West Dean en Sussex, Reino Unido, un jardín situado a solo unos kilómetros de su propia casa.
Olwyn Bowery Una artista plantswoman
Olwyn Bowery estudio en la Escuela de Arte de West Sartlepool y en el Royal College of Art. Su primera exhibición fue en Leicester Galleries, Londres, en 1961. Pero quiero que nos situemos en la actualidad. Olwyn Bowery forma parte del equipo de artistas de la Royal Academy of Arts de Londres, y en su presentación realizan un reportaje que nos sitúa muy bien en las intenciones y sensibilidad de la artista.
Inicialmente estaba más interesada en el retrato. De esa etapa confiesa que ella carece de imaginación y pinta -literalmente- como Lucian Freud. Pero dejó la ciudad de Londres para trasladarse a vivir el campo, alejada del mundo, y, casi por casualidad, se instaló en una casa de campo en el condado de Sussex.
«Vendería mi alma a Mefistófeles por un jardín amurallado”
Desde entonces, la mayoría de su trabajo lo realiza al aire libre y su fuente de inspiración son los jardines y terrenospropiedad de otras personas; además de su propia casa, cuyo invernadero se ha convertido también en su estudio.
Comenta en ese reportaje que menciono al inicio, que su gran hallazgo fue descubrir el jardín en West Deanmientras paseaba por la zona. Allí le esperaba aquello con lo que había soñado siempre y quedó seducida por ese lugar “Me gustan las plantas más que cualquier otra cosa y, finalmente, había encontrado arte y plantas juntas”
En aquella época, West Dean estaba abandonado y cubierto de enredaderas y Budelia (Buddleja davidii) Eso se convirtió en una valiosa fuente de inspiración para la artista y allí realizó una gran cantidad de obras, en mayor media naturalezas muertas, hasta que el jardín volvió a ser acondicionado y no quedó ni rastro de ese abandono que tanto le atrajo.
Posteriormente, le sirvió de modelo un huerto que encontró en uno de sus paseos. Allí descubrió un “valioso” gallinero en ruinas. Ese desaliño le fascinó. La luz era perfecta y las macetas de terracota realmente inspiradoras, lo que le valió para realizar otras muchas obras, naturalezas muertas llenas de encanto.
Confiesa que no se considera a sí misma una artista y que siempre quiso ser una naturalista. No sé, tal vez observando algunas de sus pinturas uno puede llegar a pensar que ha logrado ser ambas cosas. A mi sus naturalezas muertas me gustan mucho, pero especialmente, me atrae su manera de mirar la belleza de lo que queda atrás, tal y como supo capturarlo con su cámara Rachel Warne en su día (Resucitando jardines históricos. Rachel Warne. Faded Glory)