No se han olvidado de ellos. Los pintores modernistas, los impresionistas, los costumbristas y los orientalistas no se han olvidado de los patios en la pintura, a veces más terrazas que patios, pero siempre esos espacios abiertos y ajardinados que en su origen estaban estrechamente vinculados a factores climáticos y culturales.
El patio, motivo pictórico muy común entre los pintores
El patio, como espacio de luz y color, ha sido motivo pictórico muy común entre los pintores, especialmente los pintores mediterráneos del siglo XIX. Un patio, cuya historia se remonta a la a la aparición de las primeras civilizaciones. Este tipo de arquitectura en torno a espacios abiertos se convertiría en un elemento distintivo de la vivienda mediterránea, con un amplio uso en la cultura griega. Pero fue Roma quien sentó las bases de aquellos espacios ajardinados en torno a un primer patio o atrio, con la construcción de la casa romana conocida como domus.
El periodo andalusí aportó su singularidad a los patios, en los que el agua adquirió su importancia como elemento central, lo que se manifiesta en el uso de las fuentes y surtidores, canalizaciones y acequias, y el desarrollo de la vegetación que llena de colorido los espacios. La vivienda se orienta hacia el interior, las fachadas se simplifican para preservar la intimidad y se adquieren los elementos arquitectónicos
Tras la conquista cristiana las viviendas típicas andalusíes fueron ocupadas y reestructuradas en grandes casas señoriales y solariegas de un marcado estilo mudéjar, con las estancias principales distribuidas en una segunda planta, mientras que la servidumbre permanecía en torno a estos patios.
Patios en la pintura
Al referirme a patios en la pintura, no puedo evitar pensar en el pintor modernista Santiago Rusiñol y su serie de cuatro vistas del distintivo ‘patio azul’, que el artista completó durante su estancia en la casa de su amigo y editor Antoni López en Arenys de Munt, al sur de la comarca del Maresme en Barcelona.
También azul era el patio que pintó a finales del invierno de 1913 durante su estancia en Ibiza, pintura en la que Rusiñol representa la fuerza cromática de los interiores de las casas ibicencas, por las que el artista sentía una gran atracción.
Fue precisamente la obra de Rusiñol la que despertó el interés por los patios y jardines en la pintura de su amigo Eliseu Meifrèn.
Las pinturas impresionistas de Sorolla nos muestran los tres patios de su casa de Madrid, hoy Casa-Museo de Sorolla.
El Patio de la Lindaraja dentro de los muros del palacio de la Alhambra ha capturado durante mucho tiempo la imaginación de escritores, poetas y pintores. El oleo ‘Patio de Lindajara, Alhambra’ de José Villegas (1848-1921) es un ejemplo. En realidad, la Alhambra ha sido objeto de deseo de otros muchos pintores; de igual modo que lo han sido los patios andaluces para muchos pintores costumbristas, como Manuel García Rodriguez.
Una pintura que siempre me ha enamorado es ‘El patio de San Miguel, en Sevilla’ de Raimundo de Madrazo y Garreta, donde muestra un patio florido y un descuidado tejado en el edificio del fondo, donde han ido arraigando plantas silvestres (ver aquí).
Obviamente, los patios también han estado representados en la pintura orientalista. La expansión colonial europea en el norte de África en el siglo XIX había alentado los viajes de numerosos artistas, sobre todo franceses y españoles, por Marruecos, Argelia o Túnez. La representación de sus paisajes, costumbres y paisanaje derivó en la pintura orientalista, un género que se recrea en la luz, el color y el preciosismo de los detalles y que cultivaron grandes maestros como Eugène Delacroix o Mariano Fortuny.
Hoy he recopilado una serie de óleos que representan escenas en algún tipo de patio. Son obras que corresponden a diferentes corrientes artísticas, pero que tienen como denominador común que han sabido captar la esencia y el encanto de esos espacios ajardinados e íntimos, donde la luz y el color invaden el lienzo.
TEMAS RELACIONADOS