Gran parte de lo que sé de plantas se lo debo a un siciliano testarudo que cultivaba gardenias al pie del Etna.
Con él, gran campesino, aprendí a quitar “malashierbas” de las macetas de gardenia y a hacer esquejes. A podar y pinzar esas gardenias. A “repicar” las plantas a otra maceta y cortar cepellones sin piedad cuando era necesario.
Juntos aprendimos a pelear con pulgones, arañas rojas y cochinillas. A desesperarnos y a ilusionarnos. A probar otros cultivos. A trabajar, siempre a trabajar aun cuando ese trabajo no se valoraba, porque el mercado no entiende de esfuerzos ni calidades, el mercado se mueve por modas y tendencias. De eso, del mercado, también sé y lo aprendí en Madrid, en la Universidad y en el trabajo.
Sé de mercado y sé de plantas. Y de ambas cosas sé lo suficiente como para afirmar que la naturaleza es un concepto que se está adulterando a la velocidad de la luz. Que las redes sociales son un arma de doble filo, porque la entrada es libre y en ese ejercicio de la libertad campan por su respeto toda clase de individuos, muchos de ellos perfectamente disfrazados de “expertos en” que confunden y ensombrecen de forma charlatana y embaucadora, pretendiendo solapar a todos los que de verdad tienen algo interesante que contarnos.
Gran parte de lo que sé de plantas se lo debo a un siciliano, sí, y a muchas horas trabajando con ellas en el vivero, a otras tantas en el jardín de mi casa y, por supuesto, a los libros y a las buenas páginas web que encontré a lo largo de más de 16 años de oficio, cuando buscaba información que nos ayudara a resolver dificultades a las que suele enfrentarse un viverista.
Pero lo más valioso que aprendí de ese siciliano, es a no rendirse. A seguir, luchar y pelear; a levantarse cada mañana con disciplina sin bajar los brazos. Ese es el espíritu de un auténtico campesino. Ese siciliano se resistía el sábado a quedarse ingresado en el hospital. Le decía a la doctora, es que tenemos un pequeño vivero, no puedo quedarme aquí, se acabarán muriendo las plantas. Y la doctora le dijo, si te mueres tú, también se morirán las plantas. Las plantas siguen vivas y él continúa en el hospital. La vida sigue, porque lo único que para a la vida es la muerte. Y ese siciliano testarudo continúa peleando y yo sigo aprendiendo, de las plantas y de él.