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Un paseo por el barrio de Alfonso XII en Madrid

Madrid, como todas las grandes ciudades, es mejor recorrerlas a solas, sin prisa y olvidándonos de planes excesivamente programados. Y digo a solas,  porque es la única forma de apreciar pequeños detalles que  son, en realidad, la esencia de cada calle, edificio, casa, escaparate o persona con la que te cruzas. El reloj,  mejor fuera. Los compromisos, también.

Para apreciar la belleza del asfalto y todo lo que rodea a la urbe, hay que pasear por sus calles como turistas, pero sin comportarse como tal. Si visitamos la ciudad como un «disciplinado turista», siempre acabaremos estresándonos, porque el tiempo corre y no hay tiempo para llegar a «todo lo que estaba previsto», ni podremos conocer todo aquello que un amigo inoportuno nos preguntará  «si hemos visitado». Así, la magia de ese paseo se acaba convirtiendo en un tormento ¿no?.  De modo,que, vamos a fijarnos en todo, incluidos esos pequeños guiños de la vida que nos roban una sonrisa.

En mi última escapada a Madrid hice un recorrido que me gustaría compartir con vosotros. El barrio donde trabajé años,  antes de venirme al campo. Se trata del barrio de Alfonso XII  (dentro de lo que se conoce como el Madrid de los Borbones) y comienza en el Paseo del Prado. Un barrio creado en la década de 1860 en los terrenos que correspondían al Real Sitio del Retiro. Robaron sitio sí, de hecho el que ocupaba el antiguo palacio. Pero, todo hay que decirlo, lo hicieron con esmero y mucho gusto.
Es un barrio hermoso, exclusivo, por supuesto, pero pasear por él está al alcance de todos y, además,  tiene mucho sentido visitarlo,  puesto que hablamos del barrio donde se encuentra el Jardín Botánico de Madrid, el Museo del Prado, la Cuesta de Mollano, la Iglesia de los Jerónimos, la Real Academia Española de la Lengua, El Palacio de Comunicaciones, la Bolsa…. , la Puerta de Alcalá  ¿queréis que continúe?, porque en sus proximidades hay mucho más y, sí, por supuesto, también está el Retiro.
Ese barrio podemos recorrerlo como quien abre un buen libro y pasea por su fotografías. Pero también se puede mirar con curiosidad, abrir los ojos y el corazón. Disfrutar de cada escena, escaparate, balcón o ventana. Asomarse a los comercios, si te lo permiten, para ver qué ‘se cuece’ dentro. Porque, sea donde sea, el barrio más humilde, el más popular, el marginal o el exclusivo, allá donde vayamos, tenemos que perseguir aquellos detalles que nos ayudarán a encontrar la esencia de ese lugar. Entonces, creo yo,  disfrutaremos doblemente de esa visita y podremos decir, con todo merecimiento, que hemos ‘estado en tal sitio’ pero que, además,  ‘lo conocemos’.

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