Es casi tan aficionada a los insectos como a las plantas y proclama, desde la década de los noventa, que los jardineros tienen la responsabilidad de mantener el ecosistema. Ese tipo de actitud, y su empeño en la necesidad de practicar la jardinería orgánica, le hizo parecer algo ridícula en su momento. Pero no se trataba de una pose y por tal motivo fue perseverante.
El tiempo le ha dado la razón y hoy nadie pone en duda esa necesidad de enfocar la jardinería desde una perspectiva respetuosa con el medio ambiente. Hablo de la británica Val Bourne, jardinera que, además de practicar la horticultura orgánica desde hace más de 60 años, lleva décadas escribiendo para publicaciones y diversas organizaciones británicas. Además, ha publicado numerosos libros de jardinería, algunos de los cuales recogen los textos de la columna que escribía en The Telegraph, e imparte cursos, charlas y conferencias.
Una jardinera natural
He comentado al inicio que su jardinería natural no es una pose, y con ello me refiero a que es la única práctica jardinera que conoce, y que aprendió de su abuela paterna, Lucy, que a su vez lo aprendió de su madre.
Recuerdo un artículo publicado hace años en The Telegraph sobre la trayectoria de Val bourne, en el que se mencionaba que su abuela había nacido en 1881. Y muchos pensaréis, y eso ¿Qué importancia tiene? Pues toda, porque, como es de suponer, en aquella época su abuela solo practicaba métodos naturales para que su jardín prosperara. Todo tenía una lógica y ésta era bastante simple: no quería gastar dinero en productos innecesarios y prefería invertirlo en comprar plantas.
Poco sabía su abuela, como no lo sabía nadie en aquella época, lo que significaba la horticultura orgánica; como tampoco imaginaba que, unos años después, ese gesto sería más que necesario para reducir el impacto ambiental, es decir, el efecto que produce la actividad humana sobre el medio ambiente a diario. La cuestión es que su nieta, Val Bourne, recogió el testigo y lo hizo desde pequeña, porque su abuela la llevaba al jardín todas las mañanas, muy temprano. No era para enseñarle jardinería, sino para que no molestara a los mayores.
Pero el motivo que llevó a Val Bourne a la jardinera es lo de menos, lo más relevante es que se fue formando en esa disciplina. Las plantas y su entorno entraban por los poros de su piel, hasta el punto de reconocer que hoy en día fantasea con las plantas. Su primer recuerdo es ver un abejorro recoger el polen y el néctar de una aquilegia.
Spring Cottage, su jardín orgánico en los Cotswolds
Hace doce años, ella y su marido dejaron el su casa y jardín en Hook Norton, Oxfordshire, y se trasladaron a vivir a la región del centro de sur de Inglaterra conocida como los Cotswolds, concretamente a Cold Aston en Gloucestershire. Allí habían comprado Spring Cottage, una casa cuyo jardín consistía en una parcela de algo más de 4.000 metros cuadrados llenos de maleza y sin una sola planta ornamental. Y, confiesa, aún peor, en la caseta había un montón de productos químicos caducados. Era como si el destino quisiera retarla, pero eso no le asustó.
Comenzó su nuevo jardín instalando sus más preciadas posesiones: 160 variedades de Galanthus (campanillas de invierno o snowdrops como se conocen en su país) y 200 Helleborus que había reunido durante más de 30 años.
Val Bourne diseñó el jardín para que tuviera algo de interés durante todo el año. Además del jardín con bulbos de flor de primavera, creó parterres de verano con rosas, peonías, phlox y lavanda cerca de la cabaña. Una bordura otoñal de plantas vivaces de tallo rígido y gramíneas ornamentales rodean la casa de verano. Las bolas de boj son las encargadas de tomar el centro del escenario en invierno.
Parece ser que el progreso fue lento, pero finalmente lograron lo que deseaban, un jardín donde no faltan verduras, hortalizas y flores, comestibles y ornamentales, que prosperan sin necesidad de ningún producto químico.
Fauna silvestre en el jardín
No tienen colmenas, tiene abejas y abejorros solitarios silvestres, porque opina que su hábito de zumbar dentro de las flores las convierte en mejores polinizadores.
Conoce bien cuáles son sus aliados en el jardín. Deja, por ejemplo, que sean los pinzones (Fringilla coelebs) quienes se encarguen de acabar con la mosca de las grosellas; o que las avispas se coman la oruga blanca de la col.
Sí, es tan aficionada a la fauna silvestre, y muy especialmente a los insectos, como lo es a las plantas en el jardín. Lógicamente, lamenta que desde 1995 hayan disminuido progresivamente los insectos, un retroceso al que se unen estorninos y gorriones porque no hay suficiente alimento para ellos. Los erizos en algunas zonas también peligran y la lista continúa. Un equilibrio cada vez más quebrado.
Confiesa que abundan los desastres en su jardín, pero no porque no se utilicen productos químicos, sino por el cambio climático, que trae temperaturas frías cuando no corresponde o calor exagerado cuando las plantas no lo esperan ni se desean.
En fin, que uno puede pensar que con técnicas de jardinería natural enfrentadas a un entorno cada vez más hostil, tal vez no logre un jardín hermoso, pero eso no es así. Con trabajo, y admitiendo algún desastre, el jardín parece prosperar de forma natural, sin renunciar a la belleza.
FOTOS| VAL BOURNE
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