Herbáceas en mayo. El campo y el viento que lo mueve todo. Hay tardes de primavera que es un verdadero placer pasear, especialmente al atardecer. No importa que sea por el mismo lugar. Casi de un día para otro el campo ofrece un surtido diferente.
En ocasiones son relevos y en otras se trata de nuevas incorporaciones, que hacen que ese lugar por el que has paseado unos días antes aparezca ante tus ojos con otra apariencia. Es como si algún duende juguetón con ganas de diseñar jardines con cierto estilo naturalista (…) se hubiera puesto a cambiar las plantas de lugar. A quitar esto aquí y poner algo allá. A traer plantas nuevas que iluminen el camino. A hacerlas más grades. Y lo mejor de todo, a moverlas. Pero eso ya no es cosa del duende, eso lo hace el viento que todo lo mece.
Gramíneas como la Stipa parviflora, Phalaris minor, Avena sativa o Lamarckia aurea. Algo más quietas, las flores amarillas de la Coronilla glauca (Coronilla valentina subs. glauca) y un endemismo ibero-levantino de la familia Labiateae, Sideritis angustifolia Lag. subsp. angustifolia. No podía faltar algún toque azul y eso lo aportan, algo más quietas, las flores de Bituminaria bituminosa. Y, justo al lado, algún que otro campo cuajado de Echium creticum y Plantago.
No se puede pedir más. Son cosas que tiene mayo y vistas que regala el viento que mece la primavera (y las gramíneas) al borde de los caminos y en el campo.